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La primera nevada cayó antes de lo previsto. Aún faltaban dos meses para el inicio del invierno, pero un temporal surgido de la nada había cubierto con más de un metro de nieve todo el norte de la reserva.

Minho y Changbin caminaban sobre el manto blanco, completamente inmaculado bajo los abetos y píceas rojas. De la boca del licántropo surgía una columna de vaho, que se condensaba a su alrededor como una nube.

Las coordenadas que Silas había logrado descifrar en la carta astral del diario, correspondían a un punto concreto al noreste del parque; pero ese punto era tan amplio que alcanzaba una vasta extensión de bosques y lagos. La probabilidad de encontrar a la manada de licántropos era mínima. Solo disponían de unas pocas horas y necesitaban mucho más tiempo para patearse la zona de arriba abajo. La situación pintaba tan mal que rezar para que ocurriera un milagro, que los pusiera tras la pista correcta, les parecía una buena opción.

El sonido de unas zarpas arañando madera llegó hasta ellos. Vieron un oso negro afilándose las garras en la corteza de un árbol, a unas decenas de metros de donde se encontraban. El animal se quedó quieto durante un segundo, alzó la cabeza y olfateó el aire, miró hacia ellos y, de repente, dio media vuelta y se alejó perdiéndose entre los árboles.

—Llevamos dos horas andando y ni rastro de esa cueva, ni de perros del infierno, ni nada —se quejó Changbin.

—¿Tienes prisa por enfrentarte a ese tal Daleh? —preguntó Minho.

—Sí, la verdad es que sí —susurró Changbin para sí mismo.

Continuaron caminando sin decir nada más. Atentos a cualquier rastro o ruido extraño. Sentían que los estaban vigilando, pero solo por pequeños animalitos asustados por su presencia. Minho se concentró en la nieve y en la forma en la que sus botas se hundían en ella. Estaba preocupado por su amigo. Si encontraban a las bestias el enfrentamiento sería inevitable; y, aunque conocía la fuerza y el poder de Changbin y de lo que era capaz, no tenía ni idea de cómo podía ser Daleh. Solo sabía que el tipo era uno de los lobos más viejos que existían, y eso no lo tranquilizaba en absoluto. Cuanto más viejo más fuerte, al igual que ocurría con los vampiros. Deseó poder ocupar su lugar, pero hasta un semiángel tenía poco que hacer contra una manada como aquella. Sí, podría deshacerse de ellos uno a uno, aprovechando sus poderes, pero los necesitaban vivos y dispuestos a colaborar.

Llenó sus pulmones con una fría bocanada de aire y se paró en seco. El ambiente le estaba crispando los nervios y prefería mil veces discutir con él a aquel silencio.

—¿Desde cuándo lo sabes? —preguntó con tono seco.

Changbin se detuvo un poco más adelante. Se quedó quieto mientras su ancha espalda subía y bajaba por la rapidez con la que respiraba.

—Eun Woo me lo contó antes de salir hacia aquí —respondió el licántropo. Ladeó la cabeza para mirarlo por encima del hombro—. Aunque hace días que lo sospecho.

—¡Ese estúpido bocazas! —gruñó Minho. Lanzó una patada a la nieve con gesto infantil.

—Me duele admitirlo, pero ese estúpido bocazas ha hecho lo que debía. Por alguna extraña razón le importas, y sabía que no debía dejarte salir de Heaven Falls sin niñera —comentó el licántropo.

Su instinto le decía que Eun Woo se había convertido en el tipo de persona en el que podía confiar; pero que a él le llegase a caer bien ese tipo, era un asunto totalmente distinto.

—No necesito una niñera —masculló Minho.

Changbin sonrió con aire travieso.

—No, en realidad necesitas dos. Por eso Juyeon también está al tanto, y has de saber que su lealtad ha sufrido un leve conflicto de intereses. Tú eres su amigo, pero Eun Woo tiene al chico, así que… pórtate bien o se chivará.

Donde el cielo cae... [MINSUNG] SKZ •ADAPTACIÓN•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora