Donde el cielo cae... [MINSUNG] SKZ •ADAPTACIÓN•

.:: 65 ::.

Minho tomó a Alice del brazo para
ayudarla a sentarse en el banco de madera bajo el viejo roble, y se acomodó a su lado, observando cómo el sol se hundía tras los árboles dejando al bosque en penumbra.

—Supongo que ya sabes por qué he venido a verte —dijo Minho, apoyó los codos en sus rodillas y se inclinó para mirarla.

Alice sonrió y le acarició el brazo con
gesto maternal.

—Ha sido difícil no fijarse en el anillo. Es un anillo de compromiso precioso.

Minho sonrió un poco nervioso.

—Quiero a Jisung con toda mi alma, y quiero casarme con él, Alice.

—¿Es cierto que has comprado la casa de la cascada?

—Sí, me gusta este lugar y me gustaría
echar raíces aquí. —Hizo una pausa y entrelazó los dedos de sus manos sin poder disimular la impaciencia que lo consumía—. Necesito saber que te parece bien, es importante para mí.

Alice suspiró y contempló el lago unos
segundos. Entonces alargó el brazo y tomó la mano de Minho. Cruzaron una mirada y ella sonrió con tristeza.

—Daría cualquier cosa por que fuera el
padre de Jisung el que estuviera aquí sentado en mi lugar. Así podría ver lo afortunado que es su hijo de tener a alguien que lo quiere tanto. —Minho le apretó la mano de forma cariñosa. Volvió a suspirar y continuó—. ¿Que si me parece bien? Creo que son muy jóvenes para tomar una decisión tan importante, tienen toda la vida por delante y deberían disfrutar de lo que esa vida les ofrece: la universidad, los amigos…

—Haremos todo eso, Alice —replicó Minho con tono suplicante.

Ella le acarició la mejilla.

—Lo sé, por eso les doy mi bendición. —
Sonrió al ver el alivio que reflejó el rostro del chico—. Cariño, me estoy muriendo —dijo de repente muy seria—. El tratamiento no está funcionado y me queda muy poco. Jisungie no sabe nada y quiero que siga así.

Minho se quedó de piedra. Sabía que
estaba enferma, que apenas tenía posibilidades de recuperarse, pero inconscientemente no quería reconocerlo.

—Alice, podemos buscar otros médicos, puedo conseguirte a los mejores, iremos a donde sea necesario —replicó él como si acabaran de clavarle un puñal en el pecho.

Ella siseó haciéndolo callar, mientras
negaba con la cabeza lentamente.

—Ya no está en manos de los médicos,
créeme. Por eso me hace tan feliz esta noticia, me tranquiliza saber que no va a estar solo, que cuidarás de él. Prométeme que vas a hacerlo muy feliz.

—Te lo prometo —dijo Minho con un
nudo en el estómago.

Alice asintió, agradecida.

Jisung agitó la mano desde el coche
despidiéndose de su abuela, y se quedó
mirándola hasta que desapareció de su vista. Entonces se giró en el asiento y clavó sus ojos llenos de curiosidad en Minho.

—¿Cómo ha ido? ¿Qué te ha dicho?

—Ya lo sabes, nos da su bendición.

—Han pasado mucho tiempo hablando,
demasiado —replicó frunciendo el ceño—.¿Te ha amenazado?

Minho soltó una carcajada.

—¡No! ¿Por qué iba a hacer algo así?

—A los trece años, Trevor Garret me invitó al baile de fin de curso. Cuando vino a recogerme, Alice le dijo que era bruja y que haría que la cara se le llenara de pústulas si no me respetaba. El chico no volvió a dirigirme la palabra. Y algo parecido ocurrió cuando Benny Talbot me invitó a su fiesta de Halloween.