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Jisung no podía seguir allí. Cada palabra tenía el efecto de una daga clavándose hasta el fondo en su corazón. Minho le había dado a entender que no habían existido otras mujeres después de Ji Eun, pero estaba bastante claro que no era así. Había tenido relaciones íntimas con Irene y algún tipo de historia personal, durante bastante tiempo al parecer, y ella se había convertido en alguien importante para él. Se preguntó en cuántas cosas más le habría mentido.

Deseó tener su habilidad para esfumarse en el aire y alejarse de aquel invernadero, incluso de la ciudad. Despacio, muy despacio, movió un pie y luego el otro. Salió de su escondite y un rayo de luna incidió sobre él, rodeándolo con un halo blanquecino. Los ojos de Minho volaron hasta Jisung y se abrieron como platos, se quedó petrificado. Ni siquiera lo había percibido.

—¿Cuánto llevas ahí? —preguntó. Lo contemplaba nervioso, como si intentara ver algo más allá de su expresión descompuesta.

—¿Quién es? —inquirió Irene, pero no obtuvo respuesta. Minho se alejaba de ella al encuentro del vampiro.

—El suficiente —respondió Jisung sin dejar de caminar. Cruzó la puerta del invernadero sin intención de detenerse, quería alejarse de allí. Él le cortó el paso—. Parece que hoy tengo el don de aparecer en el momento más inoportuno.

Minho percibió el enfado en su tono mordaz. Se paso una mano por el pelo; las cosas no hacían sino empeorar, con una facilidad casi ridícula. Se preguntó en qué momento habían iniciado aquella espiral de mal rollo.

—¿Qué hacías ahí? No debes estar solo. En este momento ningún lugar es seguro —masculló con los dientes apretados.

Jisung lo miró perplejo. Él único con motivos para estar enfadado era él. ¿A qué venía esa actitud? La respuesta maliciosa salió de su boca como un proyectil.

—No estaba solo, estaba con Eun Woo, conversando. Acaba de marcharse.

Los músculos de Minho se contrajeron bajo la chaqueta y una de las costuras crujió por la presión. Sus ojos azules cambiaron de color, adquirieron el tono de la plata fundida y su pupila se estrechó hasta casi desaparecer. El ángel había tomado el control.

—¿Y era necesario un lugar tan apartado para conversar?

—Es evidente que sí. Y si lo que te preocupa es mi seguridad. Él es muy capaz de protegerme y está cuando lo necesito.

Minho sintió una oleada de celos e ira. Soltó una maldición y un dolor sordo se instaló en su corazón.

—No lo necesitas. Y no es de fiar.

—¡Vaya, otra cosa que tienen en común! —replicó él lanzando una mirada a Irene. La vampira se alejaba con discreción, regresando sobre sus pasos—. Parece que tú tampoco eres de fiar. Bueno es saberlo ahora y no cuando sea tarde.

El gruñido de Minho le sobrecogió. Jamás lo había visto tan enfadado y no creía que pudiera empeorarlo. Su propio enojo también aumentó. ¡No tenía ningún derecho! Intentó sortearlo y regresar al baile, pero él lo sujetó por el brazo.

—¡Déjame! En este momento tenerte cerca me hace desear abofetearte —le espetó Jisung. Trató de soltarse, pero sus dedos en torno a su muñeca eran como grilletes.

—Y a mí besarte, ¿qué pasa, que ni en eso podemos ponernos de acuerdo? —Acercó su cara a la de él. Una sonrisita se extendió por su rostro.

—No tiene gracia —masculló Jisung.

—No, no la tiene —aseveró Minho.

En un visto y no visto lo tomó en brazos y desapareció. Dos segundos después, tomaba forma en una sala oscura y húmeda de piedra arenosa, de un tamaño minúsculo. Jisung no dejó de forcejear hasta que él lo dejó en el suelo. Se apartó de su lado de un salto. Sus pies se enredaron entre si y a punto estuvo de caer de culo. Solo el brazo certero de Minho, en torno a su cintura, lo impidió.

Donde el cielo cae... [MINSUNG] SKZ •ADAPTACIÓN•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora