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Estaba delante del armario sosteniendo una percha en cada mano, de las que colgaban atuendos modernos, intentando decidir cuál de ellos ponerse. Envuelto en una bata de baño blanca y con el pelo mojado rozando los hombros, era una visión hermosa.

No dijo nada, la sonrisa en sus labios lo
decía todo. Cerró la puerta de un empujón y avanzó con paso felino hacia él. Lo abrazó y lo hizo girar en el aire. Sin soltarlo lo empujó contra la pared y dejó que su cuerpo resbalara contra el suyo. Se apoderó de su boca, aplastándolo con su peso. Sus labios
presionaron con fuerza los de él, con
vehemencia, como si quisiera fundirse con él. Poco a poco se tornaron más suaves y, con un suspiro, enterró el rostro en su cuello.

—¡Cómo te he añorado! —susurró con los labios sobre su piel.

Jisung se estremeció al sentir su aliento frío. Cerró los ojos y lo abrazó. Todo desapareció de golpe, los muebles, las paredes, el mundo. Solo existía él, el contacto de su piel, su olor; los deseos y las emociones que despertaba dentro suyo. Y entonces lo supo, supo que nada lo detendría. Haría cualquier cosa por estar con él para siempre.

—Yo también te he echado de menos —
murmuró casi sin aliento.

Minho se separó unos centímetros y
acarició su cuello con el pulgar.

—Quise venir antes, pero surgieron
problemas.

Frunció el ceño. De repente fue consciente de la desnudez de Jisung bajo aquella bata minúscula y se alejó un poco turbado. Recogió las prendas del suelo y los dejó sobre la cama.

—¿Qué clase de problemas? —preguntó
él.

Minho apoyó la espalda contra la columna de madera del dosel y enfundó las manos en los bolsillos de su pantalón.

—No son exactamente problemas, más
bien algo con lo que no contaba. Dentro de unos días habrá un baile…

—¿Un baile? —inquirió Jisung sin estar
convencida de si eso era una buena noticia.

Minho asintió.

—Olvidé que este año se cumple otro
centenario de la firma del pacto. Mi padre y los miembros del consejo se reúnen para celebrarlo. Aunque, más que una celebración, es la excusa que tiene Junho para recordarles que deben seguir respetando las leyes. —Hizo una pausa y su expresión se transformó con un atisbo de enojo antes de añadir—: Y que es él quien gobierna y no ellos.

Jisung frunció el ceño, pensativo.

—¿Por qué?

—Porque muchos de los miembros del
consejo acaban manejando sus territorios con atribuciones que no les corresponden. Olvidando que ellos son súbditos y no señores. Solo existe un señor de los vampiros, y ese es Junho. Él y sus leyes nos mantienen a salvo de un mundo dominado por los instintos.

Jisung lo miró impresionado. El rostro del vampiro apenas aparentaba los veinte años, pero sus ademanes y su forma de expresarse demostraban que provenía de una época muy lejana a la suya; en más de un sentido.

—Quieres decir que tu padre sería como el presidente y esos vampiros su gabinete de gobierno.

Minho sonrió por la comparación.

—Algo parecido. Junho es el rey y ellos
los nobles que le ayudan a cuidar de su pueblo. Aconsejan y opinan, pero la última palabra es la de Junho.

—¡Una monarquía absolutista! ¡Sí, muy
democrático! —observó Jisung de forma
sarcástica.

Él se irguió y lo señaló con el dedo sin
dejar de sonreír.

Donde el cielo cae... [MINSUNG] SKZ •ADAPTACIÓN•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora