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Jisung volvió a humedecer el paño en agua fría y limpió el corte que Minho tenía en la mejilla.

Continuaba sangrando, al igual que el resto de sus heridas. Sentado sobre la mesa, su aspecto era el de alguien a quien había arrollado un camión de dos ejes. Él no apartaba los ojos de él, mientras una decena de preguntas sin respuesta embotaban su cabeza. Sus vidas se estaban convirtiendo en un auténtico desvarío. Todo lo que estaba pasando era de locos. Una pesadilla que no parecía tener fin y que se complicaba más y más cada vez.

—Todo va a salir bien —dijo él en un susurro.

—¿Cómo? Ya te he contado lo que he visto cuando Gabriel me ha tocado. Yo soy el alma pura de la que habla la profecía —y repitió la frase que se había grabado a fuego en su cerebro—: Y el alma más pura, aquella dos veces nacida, dos veces marchita, completará el ciclo restituyendo con un sacrificio lo que una vez le fue concedido. Marak me entregó algo aquella noche y está aquí para que se lo devuelva. Cuando lo recupere, la profecía se cumplirá y empezarán a pasar cosas horribles.

—Entonces, ¿por qué no te pidió que le devolvieras esa… cosa, la primera vez que te vio? —preguntó Minho con tono escéptico—. Quizá te estás precipitando al sacar conclusiones.

Jisung tragó saliva para aflojar el nudo que tenía en la garganta.

—No lo sé, pero estoy seguro de que ellos lo saben —musitó para que los arcángeles no lo oyeran—. Siguen ahí, hablando, y la forma en la que me miran…

—No dejaré que vuelvan a acercarse a ti. Ahora estoy preparado. Te prometo que nadie va a hacerte daño.

Él lo miró a los ojos, asustado, y asintió forzando una sonrisa que no se reflejó en sus ojos.

Minho ladeó la cabeza y le devolvió la sonrisa. Jisung lo sujetó por la barbilla y lo obligó a que levantara el rostro para poder limpiarle las heridas.

—¿De verdad estás bien? —preguntó él. Aún le temblaba el cuerpo. Jamás se había sentido tan impotente y asustado como cuando había visto caer la espada sobre Jisung. Alzó las manos y lo abrazó por las caderas.

—Sí, tranquilo. Pero tú no lo estás —le hizo notar él—. No dejas de sangrar y estos cortes no están sanando.

Eun Woo, que se hallaba junto a la ventana en silencio, se acercó y le echó un vistazo a su cara.

—Tiene razón. Estás débil, necesitas alimentarte —comentó con el ceño fruncido. Jisung corrió a la nevera y sacó una bolsa de sangre.

—No —repuso Minho. Alzó las manos, rechazando el alimento—. No voy a tomar sangre humana. Saldré de caza.

—¿De caza? ¡Si no te mantienes de pie! —exclamó Jisung—. Necesitas recuperarte del todo, y eso no lo vas a conseguir con sangre animal.

Minho sacudió la cabeza y el cansancio le encorvó los hombros.

—Desde Nueva Orleans no he tomado ni una sola gota. No puedo beber sangre humana, me incita a pensar en otras cosas. —Se pasó la mano por la cara y después por el pelo. Su mirada era fiera cuando alzó la cabeza—. Necesito concentrarme todo el tiempo para no caer en la tentación, y esa sangre no me ayuda.

Jisung dejó caer los brazos a ambos lados del cuerpo.

—Ser vampiro es una mierda —dijo desde lo más profundo de su alma—. En serio, ¿qué ventajas tiene?

—Ninguna, ser vampiro es un castigo y una maldición, no un regalo —dijo Miguel desde la puerta—. Sufrir es de ustedes sino.

Jisung lo fulminó con la mirada. Tomó la muñeca de Minho y le puso la bolsa de sangre en la palma de la mano sin apartar la vista del arcángel.

Donde el cielo cae... [MINSUNG] SKZ •ADAPTACIÓN•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora