:•: EPÍLOGO :•:

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Era el fin. La certeza de la muerte me había alcanzado, real e inminente. No era lo que había imaginado. No vi una luz blanca al fondo de un túnel, ni una escalera elevándose al cielo, tampoco se abrieron ante mí las puertas del infierno. Solo había silencio y oscuridad. Y fue un alivio dejar de notar ese dolor, no el de las heridas, a esa clase ya me había acostumbrado; sino el del corazón. Solo sentía un pequeño resquicio de consciencia, pensamientos e imágenes pulsando en mi cerebro como una débil señal. Después ni eso, solo dejé de existir. Al menos un tiempo.

La lucidez se abrió paso a través de la nada. Primero como un concepto abstracto, como leves destellos. Y cobró fuerza devolviéndome cada pensamiento, cada recuerdo, cada herida abierta: Jisung muerto bajo la estatua del ángel, la batalla en el desierto, yo venciendo a Lucifer y las sombras que se lo llevaron de vuelta al infierno.

Estaba tumbado de espaldas, con el pulso acelerado y la respiración pesada. Respiré hondo y exhalé el aire con fuerza, mientras una sola lágrima rodaba por mi cara. No oía nada, solo el latido de mi propio corazón. El maldito latía como loco. ¡Qué ironía sentirte vivo mientras estás muerto!

Abrí los ojos. Parpadeé y enfoqué la vista hacia el resplandor que nacía sobre mí. No sentía paz. Ni aceptación por todo lo ocurrido. Solo una rabia espesa que me calentaba la piel, sumiéndome en las brumas de la desesperanza. No había descanso en el descanso eterno.

—Eh, ¿cómo estás?

Ladeé la cabeza y me encontré con el rostro de Eun Woo a solo unos centímetros del mío. Me senté de golpe, sin entender nada. Estábamos en un brillante patio de mármol negro, bajo un cielo completamente blanco. Miré a mi alrededor sin la menor idea de dónde me encontraba y qué hacía él
allí.

—¿Dónde… dónde…?

—¿Estamos? —terminó de decir Eun Woo.

Asentí.

—En casa. Pero no la que imaginas. Ven conmigo.

Dudé, pero al ver que se alejaba me puse de pie y lo seguí. Miré mi cuerpo, vestido tan solo con un pantalón.

—No entiendo nada. Se supone que…

—Tranquilo. Todo está bien. Enseguida lo vas a entender —dijo Eun Woo con una enorme sonrisa.

—¿Qué demonios ocurre? ¿Dónde estoy? Lo último que recuerdo… —Las dudas me asaltaron.

—No sobreviviste —replicó Eun Woo como si me hubiera leído el pensamiento—. Y sí, vuelves a estar vivo. Bueno, no exactamente.

—¡¿Qué?!

—Confías en mí, ¿verdad? Pues ten un poco de paciencia, solo un poco más —pidió Eun Woo.

Cruzamos el patio y penetramos en una sala de paredes y suelos desnudos. Al fondo, frente a un balcón, se hallaban tres figuras de espaldas a nosotros. Mis pasos se ralentizaron hasta detenerse. Miguel, Gabriel y Mefisto se dieron la vuelta y me miraron. Empecé a hacerme una idea de dónde me encontraba. ¡Ni muerto iba a poder librarme de ellos! Eun Woo también se paró al ver que no lo seguía.

—No pasa nada. Escúchales. Quizá te interese lo que tienen que decir —Eun Woo me guiñó un ojo.

Respiré hondo y crucé la sala. Me paré frente a ellos sin decir una palabra. Gabriel me sonrió y me miró con un calor y afecto que nunca le había visto hacia nadie. Creo que me dio más miedo que otra cosa. Había aprendido que tras la sonrisa más hermosa, podía esconderse el peor de los monstruos. Me hizo un gesto con la cabeza y sus ojos volaron hacia un rincón, atrayendo mi atención. Miré en la misma dirección y se me doblaron las rodillas. El cuerpo de Jisung reposaba sobre un banco hecho con el mismo mármol negro. Parecía dormido, incluso una sonrisa se insinuaba en sus labios. Cualquier pensamiento desapareció de mi mente y corrí hasta él con la esperanza ardiendo en mi pecho. Me dejé caer a su lado y lo tomé por los hombros.

Donde el cielo cae... [MINSUNG] SKZ •ADAPTACIÓN•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora