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Jisung echó a correr y alcanzó el bosque sin que nadie tuviera tiempo de detenerlo. Continuó corriendo hacia el único lugar que consideraba suyo de verdad: su casa, su refugio desde el día que nació. Aunque esa casa estuviera ahora vacía de recuerdos.

Unos brazos le rodearon la cintura, deteniendo su frenética carrera. Lo alzaron del suelo y le aplastaron la espalda contra el tronco de un viejo pino. Se encontró con la cara de Eun Woo a solo unos centímetros de la suya. Ni siquiera pensó en lo que hacía, su mano salió disparada y lo abofeteó.

—Lo sabías y no me lo dijiste —le espetó, apartándolo de él de un empujón—. ¿Cómo has podido?

—Intenté decírtelo, ¿recuerdas? Te hablé de la oscuridad, de la luz que necesitamos para no hundirnos en ella. Te dije que él estaba pasando por demasiadas cosas que apenas podía controlar… Que no se le debía presionar mucho...

—No me dijiste un cuerno, Eun Woo. Palabras sin más. No me dijiste que estaba enganchándose a la esencia de los humanos. No me hablaste de Amanda, ni del vagabundo, ni de lo que ocurría cada vez que Jeongin venía a casa. Y tampoco me dijiste que se ha convertido en un recipiente vacío sin un ápice de arrepentimiento. En un psicópata en potencia.

—Por supuesto que no —replicó él alzando la voz. El brillo de sus ojos perforaba la oscuridad—. No puedo contarte sus secretos, cuando no soy capaz de contarle los míos ni a mi propia madre. No es fácil decirle a alguien que quieres que ya no queda dentro de ti ni un atisbo de humanidad, que te estás convirtiendo en un monstruo sin remordimientos y que, además, te gusta sentirte así. ¡Nosotros somos diferentes, diferentes a todos ustedes! —gritó exasperado. Se le crispó el rostro—. Ya no somos vampiros, Jisung. »Si quedaba algo de la estirpe en nosotros, ya no está. Se ha diluido. No somos vampiros ni ángeles, ni una cosa ni la otra; y no hay nadie a quien podamos recurrir que nos ayude. Estamos solos y aprendemos solos. Él es mi identidad, lo más parecido a unas raíces que tengo, y no voy a traicionarlo.

Jisung se quedó sin palabras. No tenía ni idea de cuáles eran los sentimientos reales de Eun Woo hacia Minho. Puede que él tampoco, viendo la cara que se le había quedado tras el arrebato que acababa de sufrir.

—Tenía derecho a saberlo —insistió él en un susurro.

—Es posible, pero ¿qué hay de sus derechos? Minho también merecía saber que compartes confidencias con fantasmas que, casualmente, han puesto en tus manos un diario bastante sospechoso, justo cuando nos hacía falta —le hizo notar con una mirada elocuente.

Jisung se quedó helado, ni siquiera se había dado cuenta de la conexión. Algo incómodo se agitó dentro de él. Él continuó: —Me pediste que guardara silencio, que no dijera nada para no preocuparlo; y cumplí mi promesa a sabiendas de que no debía. Tú estás haciendo exactamente lo mismo que él a hecho. Y mi mala suerte me ha colocado entre ustedes dos.

Jisung quiso replicar, decirle que las acciones de Minho no se podían comparar a las suyas, que él no era un peligro para nadie. Abrió la boca buscando las palabras, pero no había nada que decir.

Eun Woo tenía razón.

—¿Te lo ha contado todo? —preguntó él.

Jisung asintió.

—Creo que sí.

—Ya… Y por lo que veo, no te lo has tomado muy bien.

—¿Y cómo quieres que me lo tome?

Jisung se dejó caer hasta sentarse en el suelo. Se abrazó las rodillas y apoyó la barbilla sobre el brazo.

—Hay algo que no entiendo —dijo Eun Woo. Se agachó frente a él y empezó a juguetear con el cordón de su bota de forma distraída—. Mi historia es aún peor. Sabes que he matado a muchas personas para alimentarme de su esencia; algunas inocentes, con familias que han quedado destrozadas. Sabes que soy un adicto intentando rehabilitarme y que estar cerca de cualquier humano me tortura, incluido tu amigo. Y puedo asegurarte que, si Minho no se hubiera adelantado, yo mismo habría matado hoy a ese ángel.

Donde el cielo cae... [MINSUNG] SKZ •ADAPTACIÓN•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora