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Después de meditarlo con detenimiento, Hyungsik había decidido encargarle el trabajo a Siwon y su manada. Sabía que
podía confiar en ellos y que protegerían a Junho y a su familia con sus propias vidas si llegaba el momento.

Estaba inquieto, en parte por la necesidad de cazar que sentía desde hacía un par de días, y en parte por su conciencia intranquila. Estaba dividido entre la lealtad y el buen juicio, pero, en este caso, estaba seguro de que el segundo era el acertado. Llamó a Siwon desde la cocina, mientras se preparaba un café que estaba seguro iba a saberle a rayos, porque lo que su cuerpo le pedía era el sabor de la adrenalina en la sangre de una presa.

Entró en su estudio con la taza oscilando sobre un montón de documentos financieros que debía revisar. Todo su cuerpo se tensó, olía a vampiro, a vampiro furioso.

—Buenos días, Minho.

Minho estaba sentado en el sillón de Hyungsik, con los pies en el escritorio y los brazos cruzados sobre el pecho, su imagen parecía tranquila. Solo sus ojos anunciaban la tormenta que había estallado en su interior.

—Buenos días, ¿has dormido bien? —saludó Minho con un siseo. Hyungsik asintió, esbozando una leve sonrisa. La máscara inexpresiva y cenicienta que cubría el rostro de Minho lo puso en alerta. El vampiro estaba al corriente de todo. —Ha pasado algo en la mansión Lee —dijo Minho con una calma premeditada-, atacaron los aposentos de mi hermano, simularon un intento de secuestro para captar la atención de los guardias y así poder acceder a la cámara acorazada. Se llevaron todo lo que había sobre el suero. Aunque tú ya lo sabías, ¿no es así?

—Le prometí a tu padre que no te diría nada —comentó Hyungsik. Sus ojos no se apartaron del vampiro mientras dejaba el papeleo y el café sobre la mesa.

—¡Maldita sea, Hyungsik, somos amigos, hermanos! —empujó la mesa con fuerza y se puso en pie—. ¿Cómo has podido ocultarme algo así?

—Para protegerte.

—No necesito que me protejas —escupió entre dientes—. No soy un niño, ni uno de tus hijos, aunque te empeñas en tratarme como tal. Has cambiado —dijo a modo de reproche.

—Le hice una promesa a tu padre —insistió en ese detalle, como si eso lo explicara todo.

Minho rodeó la mesa y se acercó amenazante a Hyungsik hasta quedar a solo unos centímetros de él. Sus rostros frente a frente, echando chispas.

—¿Y qué hay de la promesa que me hiciste a mí?

—La estoy cumpliendo, Minho, no dejaré que te hundas en la oscuridad.

—¿Y cómo vas a hacerlo, si dejo de confiar en ti? Miénteme de nuevo y no volverás a verme —siseó las palabras con rabia y sus ojos le lanzaron una advertencia.

—Minho. —Puso la mano sobre el hombro del vampiro, pero este se retiró con una mueca de desagrado al sentir su contacto y abandonó el estudio como una exhalación.

Minho salió de la casa con la sed quemando su interior, sus ojos estaban encendidos, los puños apretados por la furia. Se sentía como un león enjaulado, limitado por unos barrotes invisibles que no le permitían alcanzar la libertad. La rabia le estaba provocando náuseas, teñía de rojo sus propios pensamientos e instaló en su pecho un terrible deseo de destrozar todo lo que encontrara a su paso.

Felix había estado en peligro por su culpa, por culpa de lo que él era, y ni siquiera se encontraba junto a él para protegerlo. Para colmo, se sentía traicionado por todos aquellos en los que confiaba. Se habían unido, tratando de mantenerlo apartado de todos los acontecimientos que habían tenido lugar, sucesos que comprometían su propia vida.

Donde el cielo cae... [MINSUNG] SKZ •ADAPTACIÓN•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora