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El funeral de Jisung se celebró en la más estricta intimidad. Todos pensaron que Minho por fin había recapacitado y reunido el valor para despedirse de él como era debido. De pie, frente a la tumba, él miraba impasible el féretro mientras era cubierto por capas y capas de tierra. Jamie estaba a su lado, llorando en silencio, aferrada a la mano del vampiro. El shock que había sufrido al presenciar la muerte de su hermano, fue comparable al que le sobrevino después al descubrir la verdad sobre las personas que la rodeaban. La incredulidad había dado paso al miedo, después a la rabia, finalmente a la aceptación. Vampiros, licántropos y ángeles velaban el cuerpo de su hermano, lloraban su muerte, y ella solo podía pensar que se había vuelto loca de remate.

Minho apretaba entre sus dedos una cadena de la que colgaba el anillo de Jisung. Notaba los eslabones clavándose en su piel. Si al menos hubiera podido convertirlo en su esposo. No sabía por qué, pero tenía la necesidad imperiosa de poder tener ese recuerdo. Jisung siendo su marido. Ahora era demasiado tarde para ellos. Era demasiado tarde para volver a sentirlo, para tocarlo, para tenerlo de nuevo entre sus brazos. Tarde para compensarle la vida que no pudo ni supo darle.

—¿Estás bien? —preguntó Changbin.

—Sí —respondió Minho—. Solo quiero estar un rato a solas con él.

—Te esperaremos en casa, ¿vale? —dijo Felix.

Minho asintió y se inclinó hacia su hermano cuando él se puso de puntillas para darle un beso en la mejilla. El vampiro rodeó los hombros de Jamie con el brazo y se la llevó consigo. Poco a poco, todos regresaron a los coches y abandonaron el cementerio. Minho se quedó solo, con los ojos clavados en la tierra húmeda. Aún con la esperanza de que todo fuera un mal sueño y que de un momento a otro despertaría con él a su lado. No iba a despertar. Jisung solo se encontraba vivo en su mente. Siempre con él, por siempre fuera de su alcance.

Iba a tener que cargar con su sufrimiento un poco más, pero esa clase de sufrimiento era como un purgatorio para alguien que no había muerto.

Eun Woo se paró a su lado. Segundos después, Gabriel apareció frente a ellos.

—Se ha lanzado el desafío —dijo el arcángel al cabo de unos segundos.

Minho alzó los ojos hacia él.

—Estamos listos.

—Sí —confirmó Eun Woo.

No se habían despedido de sus familias. Ninguno de los dos había dicho nada a nadie; no tenía sentido preocuparlos. Si todo salía bien, ya tendrían tiempo de aclarar lo sucedido; si no acababa como esperaban, ya se verían al otro lado.

Gabriel esbozó una sonrisa y su voz adquirió un tono grave.

—Un consejo: sostengan se de las manitas —dijo entre dientes.

Gabriel se esfumó arrastrándolos consigo. El aire crujió y una intensa luz brilló en el cielo. Eun Woo y Minho se encontraron cayendo al vacío sin ningún control. Se estamparon de bruces contra el suelo y sus cuerpos se hundieron varios centímetros en la arena. Una arena fina y suave que debía rondar los cincuenta grados de temperatura, a pesar de que el sol ya se estaba poniendo.

Ambos se levantaron, sacudiéndose el polvo de las ropas y escupiendo tierra.

—Les dije que se dieran la mano —se rio Gabriel.

Eun Woo estaba a punto de mandarlo al infierno, cuando se percató del paisaje que los rodeaba. Ante ellos se extendían kilómetros y kilómetros de páramos pizarrosos y cañadas arrasadas por la
erosión. A lo lejos se intuían unas ruinas, difuminadas como si fueran un espejismo. Nunca habían visto un lugar tan inhóspito como aquel. El sol se ocultó por completo a sus espaldas y en el cielo comenzaron a brillar las estrellas. Puntos borrosos entre dos luces. La temperatura bajaba a toda prisa y el escenario se transformó con una rapidez increíble. En la tierra debía haber pocos lugares tan hermosos como aquel.

Donde el cielo cae... [MINSUNG] SKZ •ADAPTACIÓN•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora