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Debían haber pasado minutos, o tal vez horas, cuando Minho se dejó caer al lado de Jisung, completamente exhausto. Permaneció de espaldas, con la cabeza ladeada, contemplando su sonrisa. Dejó escapar un suspiro tembloroso y, cuando logró volver a moverse, se puso de costado, observándolo y jugueteando con un mechón de su pelo.

Él lo miró de reojo.

—¿Qué miras con tanta atención? —preguntó.

—¿De verdad tengo que contestar a eso? —preguntó Minho a su vez. Alargó la mano y le rozó el vientre plano, demasiado plano. Lo acarició de arriba abajo con las puntas de los dedos—. Eres precioso.

Jisung también se puso de costado.

—Bueno, tú tampoco estás nada mal —replicó, deslizando un dedo por su hombro hasta su pectoral.

Él sonrió con un atisbo de arrogancia y se inclinó hacia él. Jisung pudo ver los músculos de su cuerpo ondulándose; se entretuvo en ellos, en la forma en la que se estiraban y contraían. Su deseo por Minho era una fuente inagotable que no dejaba de fluir y, vista la forma en la que los ojos de él volvían a oscurecerse, el sentimiento era correspondido. Cada célula de su cuerpo le pertenecía sin reservas y sería suyo durante toda la eternidad… Solo que... no tenía todo ese tiempo.

Dentro de él había algo horrible que no debería estar allí. Se estremeció. Solo había dos formas de sacar esa alma de su cuerpo: dejando que los arcángeles acabaran con su vida, o permitiendo que Lucifer la recuperara. Fuera como fuese, él no saldría bien parado en ninguno de los casos. El tiempo se acababa; e iba a morir. Lo sabía, lo sentía hasta en el rincón más recóndito de su ser. Puede que todo su futuro se redujera a unos pocos días, horas…

Horas...

Clavó sus ojos en los de Minho, consciente de la angustia que transmitían. Él lo miraba preocupado y le acarició una mejilla con su fuerte mano. Había tantas cosas que quería decirle, que deseaba vivir con él.

Irracionalmente se sintió celoso. ¿Cuánto tiempo tardaría él en superar el dolor de su pérdida? ¿Cuánto tiempo pasaría hasta que apareciera otra persona en su vida, que pudiera curar sus heridas del mismo modo que él había sanado las que Ji Eun le dejó? Pensar incluso en otra mujer junto a él lo ponía enfermo. Él era suyo, y no podía perderlo, no podía.

Sus labios impactaron contra los de él, feroces, ansiosos, con una urgencia infinita. Minho, sorprendido, trató de sujetarlo por los hombros, pero él lo empujó de modo que quedó de espaldas. Se encaramó de un salto sobre él y se sentó a horcajadas en sus caderas; sin dejar de atraer sus labios sobre los de él, apretándose con fuerza contra su cuerpo.

Minho le devolvió cada gesto y dejó escapar un siseo cuando él le clavó los dientes en el labio inferior, afilados como las espinas de una rosa, y le pasó la lengua lamiendo la sangre. ¡Dios, aquello era maravilloso! Gruñó con anhelo, mientras él lo acosaba presa de una necesidad dolorosa que le enturbiaba la razón, lo aturdía y lo embriagaba. No tenía ningún control sobre su pensamiento racional; y, aun así, en algún rincón de su cerebro, se dio cuenta de que algo no marchaba bien.

—Hey, hey —susurró mientras intentaba detenerlo. Él le apartó los brazos y le sujetó las muñecas por encima de la cabeza—. Sung, ¿qué te pasa? —logró preguntar entre beso y beso.

—Es evidente, ¿no? —respondió mientras dejaba un reguero de besos por su cuello.

Minho se liberó de su agarre y esta vez fue él quien lo sujetó por las muñecas, reteniendo sus pequeñas manos contra su pecho.

—No para mí.

—¿Qué pasa, no te gusta? —preguntó él, ronroneando como un gatito.

Los ojos de Minho cambiaron de color, pasando de un azul oscuro a un rojo profundo moteado de estrellas plateadas.

Donde el cielo cae... [MINSUNG] SKZ •ADAPTACIÓN•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora