¡Por fin llega mayo!:

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1 de mayo, sábado.

¡Por fin llega mayo!:

Cambiar de mes, hace que parezca que tu regreso está más cerca.
Si vuelves en junio, no sonaba igual decirlo desde abril que desde mayo.

Ha sido un día raro: pasé la mañana tratando de recuperarme de mi resaca...
Bueno, si te cuento eso, debería situarte primero; son las dos de la madrugada, y es oficialmente sábado, uno de mayo, el «día raro» del que hablaba es de todo el ya pasado, el viernes treinta de abril. La resaca fue por el jueves; salimos puesto que eran las fiestas de la facultad, y las chicas se iban esta mañana a Béjar.

No sé que bebí (mezclé mucho, quizás), pero me cogí un buen puntazo; hacía tiempo que no pasaba una resaca tan penosa. Hasta tuve que vomitar. ¡Dios, qué malas son las resacas!

Como imaginarás, hoy me he acordado mucho de nuestro último día juntos... Perdóname, porque ahora me pregunto cómo pudiste soportarme aquel domingo; tenías que haberme dicho que me callara y te dejara en paz, en vez de permitirme agobiarte con mis: «¿te levantas?», «¿vienes?», «¿qué quieres?», «¿comes?», «¿no comes?»... Perdona; debí dejarte dormir. Aunque de hacerlo así, hubiera disfrutado poco de ti ese último día juntos.

Como te decía, tardé en recuperarme. Tras vomitar tres veces, volví a estar como nueva. Lamento los detalles, pero te quería contar que por culpa de semejante pedo, hice algo que me hace mucha gracia. Verás, cuando llegué a casa a las seis y media de la madrugada, me puse a escribirte, y como imaginarás, no redacté una carta que pueda mandarte.
Lo siento, y siento picar tu curiosidad por serte tan sincera, pero en este caso prefiero guardar mi privacidad y no mandarte esa carta. Además, apenas parece mi letra.

Y lo que tendría que hacer ahora, por confesarlo, es resumirte su contenido.
En lo que he podido entender de su ardua lectura, aparte de decirte que te quiero, te cuento que me entraron a ligar muchos tíos porque iba bastante escotada (¡cómo sois de simples!).
Incluso el hermano mayor de Gabi me tiró los tejos, y eso que la conversación que tuvimos, se centró mucho en la relación con su novia; le di algunos consejos y me los agradeció un montón. Al final, es más majo de lo que pensábamos.

También me encontré con Raúl en la fiesta del Cum Laude. ¿Sabes por qué te lo cuento? Para demostrarte lo mucho que me importas. Gracias a esas situaciones me demuestro también a mí misma lo loca que estoy por ti.

Estuvimos hablando un buen rato y..., seré sincera contigo; conozco bien su modo de tratar conmigo según que circunstancias, y como él también estaba algo pedo, si yo hubiera querido, nos habríamos «enrollado». Pero en lugar de eso, fue genial comprobar que cualquier debilidad de mi voluntad, afectada o no por el alcohol, no tuvo la menor influencia. Mi corazón ha tomado por completo el control y cuando miraba a Raúl me daba perfecta cuenta de no sentir nada por él, salvo una natural simpatía, unida a la gratitud por algunos buenos recuerdos.

Esos no los puedo negar; tanto tú como yo, tenemos pasados, ¿no es así? Y en ellos, no todo será malo. Respecto a esto, pienso que tú tienes más «mejores momentos» con otras, que yo con otros. Algún día habrá que hablar de ello, ¿no crees? Por ahora no tengo ninguna prisa.

Contarte lo de Raúl de la otra noche, es solo porque a veces, mis historias pasadas me dan a  entender mejor mis sentimientos por ti. Las personas nos «hacemos» con cada momento que pasamos, con nuestra única recopilación de instantes. Si tu supieras todo lo que he vivido, comprenderías mejor esas confidencias.

Bueno, como te decía; paso de todo lo que no tenga que ver contigo, y mirando a Raúl, me sentía completamente enamorada de ti.

Ya en el Cotton, el momento más tronchante de la noche, llegó cuando Ester se «enrolló» con un tuno portugués. 

De Salamanca a HamallajDonde viven las historias. Descúbrelo ahora