26 de junio, sábado.
Mi cordura debería impedirlo:
Debería decirme: «Aurora, no escribas hoy, o por lo menos, no ahora».
Pero esto se ha convertido en la única forma que conozco de que el tiempo pase, sin tener que sentirlo como una lija «del doce» sobre mi piel.Estoy esperando hoy, la última oportunidad para mí de que se vuelva a producir el milagro de recibir carta.
Por si tienes interés, son las doce y treinta y siete del mediodía del «día D»: el día «después» del peor de toda mi vida.
En todo este tiempo, aún no me había sucedido el trance de pasar dieciséis horas enganchada a un teléfono que nunca sonó para mí, a pesar de que se me había prometido que sí lo haría...Y no sé porqué lo peor, realmente, es no saber nada..., y lo peor dejó paso a lo más funesto aún; que para mí, ya todo son señales de que ya no me quieres y que me has olvidado, no me refiero a mi existencia, pero sí a ese amor que decías sentir por mí.
A cada momento sumo más evidencias, como en un juicio con pena de muerte para un inocente como sentencia; esta mañana, a la hora a la que sueles llamar, mi madre dice que sonó el teléfono, pero no llegó a cogerlo..., ¿eras tú?
Si has sido tú, piénsalo; yo no intentaría llamar en una franja horaria en la que sé con completa seguridad que no vas a estar...
Ben, ¿has olvidado que hoy tenía el último examen? Porque lo sabías muy bien, te lo he dicho hasta la saciedad por carta y por teléfono.Ojalá no fueras tú quien llamó, porque ahora le doy una interpretación muy negativa: que ya no te importo en absoluto, y sigues ahí porque aún no sabes como librarte de mí...
No sé que hacer...
Nunca he tenido que afrontar esto; ¿qué hacer cuando el ser que amas parece que ya no te corresponde?
No saber qué ocurre ha sido la mayor angustia de todas.Ha pasado ya el cartero y no hay milagro, nada...
Cada cosa que sucede es a cuán peor.Si hoy no llamas, la desesperación me hará recurrir a tu casa.
Esta carta es un despropósito...
Solo Dios sabe cuando te llegará si he de mandarla..., y siento que la odio enormemente, por todo el dolor que lleva encima, aunque no lo parezca.Me atormenta ser injusta contigo..., pero quiero que me entiendas, que me comprendas...
Vale, yo puedo ser retorcida y neurótica imaginando que ya no me quieres, escogiendo arbitrariamente esta explicación como prioritaria para explicar lo que está pasando...
Pero hay una verdad, Rubén, sé que puedes estar mal por no saber cuando volverás a tu casa, es innegable que eres el más afectado por ello, en eso estamos de acuerdo; pero yo suponía que teníamos una relación, aún en la distancia, y por eso, en las llamadas por teléfono es cuando más cerca podemos sentirnos. Resulta que ahora, prácticamente, en vez de un diálogo, se establece un monólogo mío...No sé si me quieres o no, pero aunque sea que sí, amor mío, tenemos un problema...
Cuando cuelgo, no tengo ni siquiera la satisfacción de haberte alegrado un poco la vida, te dejo tan frío como empieza la conversación; en silencio..., y yo haciendo preguntas respondidas con monosílabos... Intento compartir contigo esos minutos que ocurren por tu voluntad, nunca te los he exigido, y eso es lo más extraño; parece que tú no los disfrutas...
¿Qué hago? Yo quiero ayudarte..., podrías abrirte a mí, un poco.Me dirás: «Lo hago en las cartas.» Bien; pues resulta que me has dicho que ya no escribes tanto...
Repito; ¿qué hago, Ben?, ¿acaso puedo pensar otra explicación que no sea la de que todo «se apagó»?Si me conformo con tu escusa de «me gusta escucharte», ¿qué hago con mi pobre corazón cuando se siente tan solo, durante unos minutos en los que debería estar deshecho en amor?, ¿es que acaso crees que a mí no me apetece escucharte por la misma razón?
Ben, una relación perfecta funciona al cincuenta por ciento por parte de cada uno. Ahora, o por lo menos durante tus llamadas, tengo la sensación de sostener el noventa y cinco por ciento...
¿Entiendes porque siento que ya no me quieres?
Siempre he creído que el verdadero amor no es ni dar, ni recibir: es compartir...
Aunque nos rodee la adversidad, si me amas no deberías actuar así..., ¿qué ha sido del Ben que confiaba en mí para contarme cualquier cosa?
Si las llamadas de teléfono nos joden tanto a los dos, es mejor eliminarlas...No creas por todo esto que yo no te quiero...; te quiero, pero no puedo seguir así.
Ya son las cinco de la tarde, y han pasado varias horas desde que escribí la frase anterior, que creí seria el triste final de la carta de hoy..., pero no va a ser así.
Primero voy a explicar «La ley universal de la Fatalidad», puesto que mi vida parece estar sujeta a ella.
Podría enunciarse así: «La magnitud de un sufrimiento es directamente proporcional a la perplejidad que se siente ante la felicidad con la que el destino te contradice después de lo sufrido».
Y según este principio, se produce a su vez el inverso: «La magnitud de esa ilusión, es directamente proporcional a la decepción siguiente con la que los hados te vuelve a contrariar».
Para mí siempre ha sido así.Como ya sabes, se acaba de cumplir la primera condición; tras el sufrimiento de ayer y el de hace un rato, se produjo tu llamada al fin...
Y además, he podido oír de tus labios esa «posibilidad» que te parece tan real. ¿Qué puedo decir?, ¿quién fue la que dijo que sentía ya cercano tu regreso? ¿quién se atrevió a avanzar fechas y a planear?
Incluso ayer, en medio de mi confusión y sufrimiento no dejaba de sentir que tu vuelta estaba ya cerca. Ahora tengo miedo a que se cumpla la segunda condición de mi «Ley de la Fatalidad», porque suele cumplirse...A pesar de las buenas noticias, gracias al horrible día pasado ayer, que se prolongó durante esta mañana, no pienses que ahora estoy saltando, sonriendo o encantada. Estoy seria, ensombrecida, como lo estaba hasta que has llamado, metida en mi mundo: no quiero ilusionarme para después volver a llorar.
De todas formas, en esta carta que ya no te llegará allí, lo volveré a decir muy claro; que aunque tenga que esperarte toda una vida, lo haré.
No me importa que acabe siendo por más meses; te quiero, y volverás...Y si digo todo esto es porque, más animado, sí parece que me quieres..., es lo más importante para mí ahora, más que esa buena noticia, obviando sus peros y reservas.
Me alegro de haber sufrido en falso, y más me alegra decirte que, antes de que llamases, meditando y mirando tus fotos, yo había dejado ya de llorar; había hecho de nuevo en mí, fuerte el pensamiento de: «Aunque él no me quiera, yo a él sí, y me bastará con amarle. Es muy egoísta por mi parte pensar solo en recibir; puedo sobrevivir perfectamente solo amándole».
Ese era mi estado de ánimo enamorado al oír tu voz tras descolgar el teléfono...
Y aún así me has preguntado: «¿Qué te pasa?», y yo he contestado: «Como no vas a recibir allí la última carta, la que estaba escribiendo, tardarás en enterarte». Y así será; mientras no devuelvan el sobre que falte, no te entregaré las que ya no voy a enviar...
¿Cuánto puede tardar? La verdad es que si se perdieran, no sería una cosa tan grave..., quizá por la última sí, el último folio quiero decir; era bonita, e increíblemente, la escribí en un cuarto de hora escaso...
Creo que voy asimilando lentamente que me has llamado..., que ayer estuviste de guardia y ninguno de los retorcidos motivos de mis sufrimientos mentales era cierto...
La verdad era la simple circunstancia de que no habías podido llamar, por causas ajenas a tu voluntad.He reflexionado y sé que no hubiera estado tan afectada ayer, si tu último sobre de cartas no se hubiese adelantado tanto..., de haberlo recibido el lunes o el martes, yo habría tenido más fe en ti, y no me habría dejado llevar por los miedos de mi cabeza.
A veces pienso que estás loco por querer mezclarte con alguien como yo..., y si no lo estás, descuida; no tardará mi problemática mente en volverte loco.Como yo estaba tan agotada, resignada y como en trance, voy recordando aún cosas de la llamada de ahora, y la verdad es que ha resultado muy extravagante y divertida; con esas interferencias de la otra pareja hablando, y luego esa música tan rumbera... (jajaja).
Bueno, mi amor, este es el final de la semana más negra que he pasado desde que te fuiste... Me alegro de que haya finalizado con esa posible buena noticia; era lo justo.
Te quiero, lo sabes.
Tu Auri.
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De Salamanca a Hamallaj
RomanceAurora creía ser demasiado complicada o "rara" como para que un chico se enamorara de ella, pero conoció a Ben, y él cambió eso para siempre. Su historia de amor fue preciosa, idílica y romántica, pero también triste, complicada, y fugaz... Ellos y...