Hola, amor mío..., te quiero: (2ª parte)

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De nuevo aquí...

He estado releyendo tus cartas y, hablando de crisis: ¡Por fin has confesado lo que pensaste cuando me viste hablando con Raúl...!, cuando fuiste a sentarte solo, en una esquina del Kindin.
Pero fue el sábado veintisiete, no el viernes; al día siguiente, fuimos a Valcuevo.

Creo que te he hablé de lo que pasó en una carta anterior.
En la noche del concierto, solo habían pasado una semana desde que me había «enrollado» con Raúl por última vez y le había hablado de mis sentimientos, y aunque me dejó claro que no sentía lo mismo y que quería volver con su novia, le hizo ilusión y me lo agradeció.
Yo sabía que no tenía esperanzas, pero él estaba «libre», y aquella noche buscaba algo más de él, finalmente no quiso, pero creo que un poco a su pesar; por eso espero que entiendas porque necesitaba aclarar las cosas cuando tú apareciste en mi vida.
Es verdad que ya me sentía menos confusa, pero me pareció lo correcto. Porque tú y yo apenas éramos nada aún, y..., bueno, soy una mujer, ¡qué le voy a hacer!, a veces me puede mi naturaleza, y te confieso que; a la vez que aclaraba las cosas con Raúl, pensaba; «¿Qué estará sintiendo Ben?,¿le estará jorobando esto? Seguro que cree que lo nuestro se ha jodido...» No me quepo duda cuando te vi allí sentado, solo y cabizbajo, y ya ves que acerté.
¿Recuerdas que te abracé y te dije: «Soy feliz porque por fin he arreglado mis problemas sentimentales?» Yo también sentí algo de temor por lo que me contestarías: ¿me mandarías a la mierda? No lo sabía..., y simplemente te hiciste el sueco. Pero no me engañaste ni por un instante, que lo sepas.

Me gustaste mucho en ese momento, porque me sentí feliz por tu actitud, tan caballerosa..., y acto seguido, pasamos a tener la primera conversación bonita de nuestra historia... Me hizo gracia la convicción con la que dijiste: «No eres un segundo plato». Yo quería ser comprensiva contigo porque «salías» de una relación, pero me asombraste con tus argumentos para que te tomara en serio, pensé: «Para tener diecinueve añitos habla con una seguridad y un convencimiento increíbles».

Vaya..., durante todo este tiempo me había olvidado ya de eso, de que no soy más que una «asaltacunas» (jajaja). Lo siento, pequeñin. Te quiero.

Además de ser eso, he sido otras cosas..., ya te has enterado, pero veo que no muy bien y lamento no poder aclararte lo de mi pasado...
No, «mis errores» no han sido «jugar con los tíos», Ben; yo no tengo el combativo orgullo de Rosa o la auto protectora indiferencia de Bego.
Mi error fue dejar que los tíos jugasen conmigo, y mi vergüenza fue «jugar con fuego», quemarme y encima no poder perdonarme a mí misma...

Nunca he «jugado» con un chico porque siempre he sido sincera con todos. Si les herí, fue en su ego, porque jamás les he dicho nada que no sintiera sinceramente.
Josema, por ejemplo, se enfado porque él creyó lo que no era, a pesar de que le insistí en que «solo amigos»... Y con otros, pues casi lo mismo, quizá tenga tendencia a callar antes que a herir, pero si compruebo que hice daño, me he arrepentido de ello y he pedido perdón.
Todo eso de «mis errores» y «lo mala» que he sido, solo lo veo yo, porque son experiencias contra mis valores más profundos; recuerda que te dicho que odio la incoherencia.
Los demás siempre me dicen: «Hiciste lo que debías», salvo una vez; cuando «me quemé»... Lo que pasó fue malo, malo en general, pero por ser algo malo para mí misma. Durante mucho tiempo «he jugado» a auto destruirme en el amor y casi lo consigo...
Sucedió en septiembre, después de haber sufrido mucho y fue un Stop, grande y rojo, para mí. Decidí dejar de hacerme daño y dejar de consentir que los tíos me lo hicieran.

Por si te lo preguntas, aunque ya no importe, Raúl nunca me hizo daño verdaderamente; me oculto lo de su novia, pero por contra, jamás me prometió nada, jamás hablamos en serio ni de «nosotros» ni de sentimientos. En realidad jamás quiso hacerme daño, se sorprendió de que me lo hubiera hecho al principio, él pensaba que yo lo sabía todo, pensó «que se sabía». Se sintió fatal y me pidió perdón, eso ayudó mucho en aquel momento.
Pero si seguí sufriendo por él, fue porque yo me empeñé en mantener una ligera esperanza, aunque sabía que jamás habría nada, y eso fue antes navidades. Después, todos mis sentimientos por él habían empezado a caminar ya hacía el olvido, hasta que en marzo, la semana antes del concierto, estuvimos juntos porque..., no sé, había precedentes, supongo, «no nos odiamos» precisamente, y él lo había dejado por enésima vez con su novia, y yo estaba allí, supe enseguida que sucedió porque quizá él lo necesitó. Por eso, solo pensaba en que, el finde del concierto, podría ganarme un buen recuerdo con él, como consuelo. Espero que todo esto no te haga sentir muy incómodo, pero es que tú, aún «no existías». Te cuento las cosas como las veía en su momento. Si hablara metida en el presente, supongo que minimizaría todo el relato mucho más...

De Salamanca a HamallajDonde viven las historias. Descúbrelo ahora