Te quiero, Ben:

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25 de abril, domingo.

Te quiero, Ben:

Pero hoy está siendo un día muy aciago, parecido al primer día tras tu marcha. Y es porque anoche, fue la peor y la más dolorosa de todas. No debí ir a Béjar. ¿Cómo no me di cuenta de lo mal que lo iba a pasar?
Te eché de menos como nunca hasta ahora. Es más, el dolor ha continuado durante todo el día. Me duele el corazón, cansado de desear, durante toda la noche, mirarte a los ojos y acariciarte. Te echaba tantísimo de menos...

No me di cuenta porque salir en Salamanca es menos dañino; voy a sitios donde he estado también sin ti, y tengo mis propios recuerdos. Pero a Béjar, solo había ido contigo. Y de ambas veces, fue la primera la más crucial para nosotros.

Por cómo me siento, no debería escribirte hoy. Las únicas cosas que pasan por mi cabeza son recuerdos o fantasías contigo, y las tristes ideas «¡No voy a poder aguantar! Es mucho tiempo y por desgracia, va demasiado lento.»

¡Cuánto lo siento...! Te quiero sí, pero duele demasiado que lo nuestro se interrumpiera de esta manera, además en un momento que era crucial, creo yo.

Tengo miedo de olvidar tu presencia a mi lado.
De no ser porque algún trozo de mi cerebro se mantiene lúcido y sabe que tus llamadas son reales, hay momentos en que estaría casi segura que solo fuiste un sueño que tuve una noche.
A veces siento que eres un fantasma, una creación de mi mente.
Mientras que otras impresiones son aún peores; me asola pensar que lo que hubo entre nosotros terminó la noche que nos despedimos, en el momento en que te vi partir en el coche. Temo que cuando vuelvas, todo cambiará; que a pesar de las cartas y las llamadas, me parecerás un extraño, y que ni tu ni yo sentiremos ya lo mismo.

Lo dicho; hoy no es un buen día. Tengo muchísimas ganas de llorar, pero no lo hago al darme cuenta que serán lágrimas desperdiciadas; no van a hacer que el tiempo pase más rápido o que mañana te presentes aquí.

Significas ya demasiado para mí. ¿Y sabes qué es lo peor?, ¿cuál es el dolor oculto que ha estado martillando dentro de mí estas dos semanas? Que no pude disfrutar de lo que sentía por ti, porque cuando me di cuenta, te fuiste.
El destino me dió un regalo, que por desconfianza tardé en aceptar, y justo cuando lo hago, me lo arrebata.

Has de entender que solo he vivido amores no correspondidos; tú dices cosas que demuestran que este no lo es, pero qué más da, si tampoco te tengo.

Cuando logro ver entre la bruma del dolor, me hago consciente de que en realidad, es posible que tú no sepas realmente todo lo que siento. Y temo que por eso quieres continuar con algo que va a ser duro de llevar, porque soy una chica muy complicada... Intento imaginar qué me dirías a eso, y solo se me ocurre la pregunta: ¿crees que me «como» mucho la cabeza? Seguramente al leer esta carta lo acabes pensando así, perdóname.

Pedir perdón me devuelve a la voluntad de animarme a mí misma, porque no quiero preocuparte. Si sigo escribiendo he de cambiar el tono según avance.
La realidad es que estoy bien; tan bien como pueda estar alguien a quien le falta el corazón.

Ojalá pudieras llamarme porque oír tu voz, me devolvería la esperanza, la confianza en lo que nos ha sucedido. Me mata ver que soy yo quien intenta perder esa fe cuando aún me invade un sentimiento tan fuerte por ti. Te quiero y sin embargo hoy trato de luchar contra ello, para aliviar el dolor de tu ausencia.

La culpa, supongo, es mía por no saber pensar en el mañana, por vivir entre el pasado y el presente. Mi visión mas larga del futuro abarca los próximos cinco minutos. Puedo tener en mente eventos, o tareas establecidas en alguna agenda o calendario, pero no paso de ahí. No me gusta tener la cabeza en lo que va a pasar; ni la esperanza, ni la ilusión. Sobre todo si como ahora, están a tan largo plazo como..., meses. Piénsalo bien; lo comprobamos cuando te fuiste, que no es bueno hacer planes porque nunca sabes que ocurrirá...

De Salamanca a HamallajDonde viven las historias. Descúbrelo ahora