Dos meses ya..., te quiero:

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20 de mayo, jueves.

Dos meses ya..., te quiero:

«Aunque pienso que todo lo que pueda decirte cabe en un te quiero,
también puedo gastar mas palabras en expresar sentimientos.

No importa donde estás, no importa donde estoy, como tú dices;
estamos juntos.

Puedo encarnar a la perfección el recuerdo de tu mano en la mía.
Mis sentidos tiene aún la huella que les dejaron los tuyos; los poros de tu piel saciados por mi aliento,
la magia de las yemas de tus dedos embrujando mi rostro, el dulce sabor de mis lágrimas almibaradas por la miel de tus ojos, por la alegría asombrada de tus besos besando mi risa, o el placer de besar tu alma cuando intercambiábamos palabras, el regocijo de mi cabeza adherida a tu hombro..., el éxtasis de sentir tu presencia en mi presencia.

No puedo olvidar que elevaba mi vista y allí estaba todo «mi cielo»: tu luz, tu amor.

Y rememoro siempre el momento en que tus brazos tensaban sus venas para entrelazarme con tu cuerpo...

Tu sola existencia, hace que la mía dependa por entero de todo tú; de tu alma y de tu vida.

De nuevo, te quiero, cielo.

Con un beso que llene mi alma, que hidrate tus labios, que nos una por dentro y por fuera...; te espero, para ese beso.

Aurora.»

Hola, Ben:

Por supuesto, en este día se hacía necesario empezar con algo especial, y el color de estos folios es más fucsia que morado, pero bueno..., se parece, ¿no?

De todas formas, solo es una tontería romántica más de las mías; no sé si te habrás dado cuenta, pero expulso de mi cerebro unas grandes dosis de tontería de esta.

Ya son dos meses, y aunque el tiempo sin vernos es mayor que el que estuvimos juntos, tengo la sensación de que el tono de nuestro amor hace que no importe esa particularidad.

A mí se me da muy mal contar el tiempo, pero si te empeñas lo haré.

A lo mejor crees que no hay ninguna canción que pueda aplicarse a este momento nuestro, pues sí, es de Ciencias Naturales, se titula 60 días.
No es que sea un grupo que me encante precisamente, pero la canción nos va bastante, y más con este día.

Yo soy muy retorcida, ya lo sabes, y tengo que planteármelo: ¿crees que hubiéramos llegado hasta aquí, si hubiésemos estado juntos? Físicamente, quiero decir... No lo sé.

Lo que sí sé, es el momento justo en que me enamoré; cuando el flechazo es punzante y definitivo, cuando lo sabes y deja de ser un temor, cuando el mundo desaparece y tu cerebro admite derrotado: «Me acabo de enamorar». Ocurrió cuando te vi desperezarte en mi cama, tras tu gran borrachera.

Toda esa noche, mi corazón se inclinó a golpes de ternura hacía ti definitivamente, pero en el momento en que tus ojos de amanecer se abrieron, allí, bajo la litera, disparando la flecha de tu mirada ensartada por una sonrisa inmensa, cayó mi corazón con gran estruendo, atravesado por una fuerza que aflojo la verticalidad de mis piernas.

De Salamanca a HamallajDonde viven las historias. Descúbrelo ahora