Decepción..., odio Correos:

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8 de junio, martes.

Decepción..., odio Correos:

Lo siento pero hoy no hay sorpresa epistolar. El cartero me ha traicionado.
De no ser por tu llamada de hoy, me sentiría fatal.

Me jode haber tenido que pedirte que esperaras hasta el viernes para llamarme.
Yo hubiera querido hablar contigo mañana, pasado mañana y al siguiente, pero voy a estar algo histérica estos días; lo único que voy a poder hacer a parte de estudiar será dormir algo, y a lo mejor comer. Además, prefiero que pase un tiempo prudencial antes de volver a hablar contigo, para que asimiles mis cartas...

Yo en cambio, voy a pasar una semana, siete días, sin leer nuevas palabras tuyas. ¡Qué asco!

Qué alivio ha sido oírte decir que me quieres, que no estás decepcionado, que me quieres todavía... ¡Un verdadero alivio...!

Pero como soy tan retorcida; ¿puedo creerte? Si me dices que no te decepciono, que te gusto más cada día, sería la prueba de que me quieres.
¿Recuerdas que cuando lo estaba pasando mal por la bocaza Rockiana, me pediste que te pusiera una prueba de amor?
Pues ya la tienes, esta es; que me aceptes tal y como soy... No te hagas juicios precipitados sobre mí, y tampoco me idealices.
Te quiero.
Casi todo en mí, tiene una explicación, y si no la encuentro, sé que no tardaré en hacerlo; me conozco muy bien a mí misma. Al final siempre hallo la solución a mis dilemas.

Me alegra haber podido advertirte sobre lo del «renacer». Al menos he tenido el buen juicio de darte un día para que medites sobre ello y saques tus conclusiones.

¿Y qué hago yo, el resto del día de hoy? Ayer me hice a la gran esperanza de tu llamada y nuevas cartas. La llamada ha sucedido, pero solo son unos minutos..., siempre demasiado cortos.

Ahora no voy a tener más remedio que ponerme a estudiar, bueno, leer; porque el examen de mañana también es con apuntes.

Te va a hacer mucha gracia lo de «la olla» ahora que sé, que ni siquiera lo recuerdas... No es que me molestara realmente, solo me hizo creer que, de alguna forma, te decepcionaba.

Pero a ti, sí te molesta un montón lo de «Rubén» (jajaja). Lo siento; estoy haciendo de ello algo mío, en venganza por tus vaciles, supongo... Si tanto te irrita, puedes inventarte algo que me moleste a mí con la misma intensidad. La verdad es que pienso que exageras; más que obvio si lo primero que me has dicho ha sido: «voy a matarte»... Ni que fuera un insulto o algo así.
¿Sabes?..., tengo que soltártelo: «se te va la olla». Te quiero.

¿Por qué estaré tan feliz?, ¿será porque tú has corroborado las palabras que mi padre (el muy...), no se atrevió a decirme ayer? Que sí, que volvéis pronto, una vez acabado el trabajo...
Una cosa sobre eso...; ¿pero el campamento no se entregaba el día cinco? ¿Ahora resulta que será el quince? A este paso será el día veinticinco... Bueno, bastante os han explotado ya todo este tiempo, trabajando incluso de noche...

¿Cuándo será?, ¿cuándo volverás...?
Si me siento tan feliz sabiendo que es pronto..., qué no será cuando me digas un día en concreto, o me lo digan..., ya ves que a lo mejor no puedes sorprenderme; las normas son las normas... Pero ojalá que sí, porque no me importaría sufrir el sacrificio de enterarme más tarde de lo que podría, si puedo oírlo de tus labios.

Ben, ¿crees que cabe la posibilidad de que vuelvas antes de que acaben los exámenes? El último es el día veintiséis; el día del nuevo concierto de mis primos. Me sentiría muy feliz, pero no sé si podría estudiar. Mal rollo; mi madre me mataría.

Me he emocionado de repente porque he pensado que, a lo mejor, esta carta estará entre las últimas, en los últimos sobres que recibas, allá por el dieciséis de junio, según mis cálculos. A este paso serán dos sobres.
No deseo que haya un día veintitrés a calcular para que recibas correo. Ojalá.

Hasta mañana.

Te amo.

Tu Auri.

De Salamanca a HamallajDonde viven las historias. Descúbrelo ahora