Hoy es otro día de esos...:

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10 de mayo, lunes.

Hoy es otro día de «esos»...:

Otro en que no debería escribirte.

Supongo también, que allí tendréis todos un mal día; en el noticiero han dicho que serán quince días más por culpa de las lluvias. Estarás harto de tanto lodo y barro..., a todos os habrá sentado de puta pena.

El presentador tuvo la desfachatez de decir, que nada de eso había bajado vuestros ánimos, que continuaban vuestros trabajos con ilusión; ¡Qué coño sabrá él! Oír esas cosas jode un montón, porque no lo creo.
Por muy buena obra que sea, humanitaria y todo eso, yo me guío por lo que contabas en tus cartas acerca del bajo estado de ánimo que teníais todos al partir. Y es que muchos os habéis visto obligados, en contra de lo que se cuenta por ahí...

Bueno, quizá tras dos semanas, ya os hayáis acostumbrado a aquello.
Pero a mí me ha dolido muchísimo oír; «quince días más».
Sobre todo tras el finde que he pasado.

Desde que escribí esa última frase, se ha transcurrido toda la tarde.

Ahora me preparo para dormir.
Siempre sigo el mismo ritual; primero termino de escribirte, luego estoy un rato mirando tu foto, o leyendo tus cartas mientras la miro, imaginando tu voz diciendo lo que ponen.
Te echo una última ojeada, acerco la fotografía a mi pecho o la beso, la guardo en el cajón y apago la luz.
Y me quedo pensando en ti hasta que me duermo.

En esta carta voy a contarte cosas tontas, como por ejemplo, que en San Felices me compré un pañuelo morao.
Les dije a todos que lo compraba para ti, pero no era mi intención; es para los dos.
Y es un pañuelo «mágico», ¿sabes por qué? Porque en el mismo momento en que el comerciante me lo dió y yo le entregué el dinero, cierta canción comenzó a sonar donde los autos de choque.
Me quedé helada, y mi pecho sufrió una convulsión interior, mis ojos se humedecieron y me acerqué yo sola hasta la atracción, guiada y «drogada» por la música; It must have been love...

Puede que no te lo creas, pero así pasó, te lo juro. Tengo testigos, de hecho puedes preguntar a Ester.

Por eso pienso que el pañuelo está influenciado por la magia del amor que sentimos el uno por el otro.
La que hace que ocurran esas «casualidades».

Me quedé allí, llorando sobre el pañuelo, echándote de menos y mirando una de las fotos carnet que llevo siempre conmigo, hasta que cesó esa canción, que nos trae el recuerdo de un momento que no podemos olvidar... Ya has dicho más de una vez, que para ti fue muy dulce escucharme; no sabes lo dulce que fue para mí, cantarla a tu oído, sentada en tu regazo, aferrada a tu cuello, oliendo tu piel..., en fin.

Tras las noticias del mediodía, ha seguido siendo un mal día, solo por el hecho de que vuestro trabajo allí se retrase. Ahora ya ni imagino cuando volverás...

Por lo menos ya estamos casi a mitad de mayo... Se ha pasado más rápido de lo que creía; será que la semana pasada sí fue veloz.
Esta también lo será; lo intuyo.

Mañana olvidaré mi depresión porque sucederá algo bueno que me levantará la moral, lo sé.
Así que te lo podré contar, y volveré a escribir una carta romántica como te mereces.

Hoy no me apetece pensar en este desarraigo de ti, que por no tener noticias tuyas, pueda provocar que te olvide.

Por muchas vueltas que le de, sigo sintiendo algo muy fuerte por ti, y solo deseo poder liberar mis sentimientos cuando vuelvas...

No sé que tipo de relación quiero tener contigo entonces.
Mi idea y lo que me gustaría, es hacer lo que nos salga del corazón en todo momento y en todo lugar.

No quiero hacer cosas contigo porque las convenciones sociales digan que hay que hacerlas, qué tal o cuál tipo de relación ha de implicar este o aquel comportamiento...

Quiero hacer lo que mi alma me dicte, lo que el corazón susurre y lo que tú quieras que haga; porque en definitiva, tú eres «mi amor»; lo que hoy me guía en mi vivir diario.

Has de saber una cosa; me obligo a no pensar en lo que duremos juntos...
Yo no trago con frases como «para siempre», «por toda la vida», «por los siglos de los siglos», etc... Intento ser realista y no creo que algo dure para siempre. No niego del todo la posibilidad; pero para mí, es una entre muchas..., «bastantes muchas».

Sé que hay que vivir el presente y olvidarse de este tema; Carpe diem, ¿no?
Todo esto te lo cuento, porque he estado reflexionado sobre lo hablado con «estos» sobre ti, y me he marcado un propósito: no he sido la primera, Ben, dudo mucho de que sea la última, pero voy a poner todo de mi parte para ser la mejor; un recuerdo imborrable.

Y cuando quiera que nuestro amor se agote, deseo que para ambos, haya sido el mejor, o más bien, como yo digo; el más perfecto. Una historia tan hermosa que no pueda olvidarse...

¿Y de qué sirve eso? Me preguntarás...
Porque creo que en la vida, hay que tener conciencia plena de cuando hemos sido «abrasados» por la felicidad, y mientras duró, nuestras existencias tuvieron en ese tiempo, total sentido y mereció la pena.

Ahora, en este instante de amarga felicidad, te quiero, Ben.

Tu Auri.

De Salamanca a HamallajDonde viven las historias. Descúbrelo ahora