22 de abril, jueves.
Ben, «mi señor»:
Estoy llevando muy mal el haber cortado la comunicación contigo bruscamente.
Cada vez que suena el teléfono, mis entrañas se conmueven con la esperanza inocente de que puedas ser tú, aunque mi lógica me dice que no lo eres; que no volveremos a hablar... ¿Quién sabe hasta cuando? ¿será el domingo? ¿el lunes o el martes? ¿Y a qué hora? ¿Y si estoy fuera de casa cuando suceda? Me aterroriza tanta incógnita.Me asusta salir la noche de mañana por si, debido a alguna casualidad extraña, puedas llamarme. Pero le prometí a Dani que saldría un día con el grupo..., supongo que no tendré más remedio que hacerlo porque hoy le dije que no, excusándome en que lo haría mañana puesto que Ester se queda y trataremos de convencer a Rocky para ir el sábado a Béjar (y le convenceremos; porque Ester no tiene otro medio para ir este finde a su casa).
Eso quiere decir que durante dos noches no estaré aquí, al lado del teléfono por si acaso... ¡Ojalá no puedas llamar! Me hundiría si lo haces y no estoy; el mundo me caería de nuevo encima, y hoy estoy un poco mejor gracias a mi madre. Me advirtió que no me tomara tan mal este «apagón» entre nosotros, porque como estamos tan unidos mentalmente, acabarías recibiendo mi angustia, y es a tu ánimo al que le toca soportar lo más duro de todo esto. Imaginé entonces que, el primer día de muchos, sin que hayamos podido hablar, te habría jodido tanto como a mí. Como un resorte, oí tu voz en mi mente pronunciar esa frase tan tuya, esa fórmula para tranquilizarme (incluso cuando tu estabas igual de preocupado): «No pasa nada, ¿vale, mi niña?» Y funcionó; «me calmaste». Voy a echarte tanto de menos...
Me pregunto cuánto tardarán en llegarte estas cartas y cuándo recibiré por fin las tuyas. Hoy tampoco llegaron. Si al final te envío la que escribí ayer, no hagas mucho caso a las reflexiones finales. No voy a negar que sigo teniendo esas dudas, pero no con la misma intensidad que al principio.
Supongo que ahora que las llamadas serán pocas y cortas, la comunicación por carta será muy importante para nosotros. ¡Me encanta la ilusión que te hizo lo de comunicarnos sobre un papel! Dijiste que me ibas a mostrar tu mejor lado; ¿qué pretendes?, ¿qué me enamore de ti? Es un poco tarde para eso, me temo; tal y como yo entiendo el «enamoramiento», en un test, doy muy positivo.
Crees qué por carta voy a conocerte mejor. Preferiría hacerlo cara a cara, ya lo sabes. ¿Qué pueda conocerte más profundamente, que a través de la mera comunicación oral? Quizá sí, estoy de acuerdo si es lo que de verdad quieres. Conocernos profundamente ayudará a comprendernos mejor cuando se presenten los problemas.
Pero la correspondencia no va a servir a tu propósito de enamorarme; ya es tarea hecha.
Ayer escribí algo pensando en ti, recapitulando en mi mente todo por lo que pasamos desde que nos conocimos. Lo transcribo:
«Te conozco hace unos instantes que se hicieron días; un mes, que a ambos, se nos figuró un año.
Entraste con una tenue luz, color miel, en la estancia oscura de mi desesperanza por otro.
Intenté ocultar aquel desgarro en la tela gris de mi hastío. Pero no te detuviste y entraste.
Al principio poco a poco: un brazo en mi hombro, un oído presto, un gesto atento...
Luego irrumpiste de lleno con tu mirada serena y con todo tu cuerpo, con tu alma dentro.
¿Qué hacías allí, extraño desconocido, cuyos besos entregados, arrasaron todo un pasado vacío?
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De Salamanca a Hamallaj
RomansAurora creía ser demasiado complicada o "rara" como para que un chico se enamorara de ella, pero conoció a Ben, y él cambió eso para siempre. Su historia de amor fue preciosa, idílica y romántica, pero también triste, complicada, y fugaz... Ellos y...