Capítulo 7 | El presentimiento

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Luciana Harper

—Ok, te dejo ir, pero con una condición— habló el idiota que estaba sentado a mi lado. Fruncí el ceño y negué.

—¿Una condición?, ¿quién te crees que eres para ponerme una condición?

—No te debe importar lo que soy, sino lo que seré. —Una sonrisa burlesca se formó en mi rostro.

Vamos tenía que admitirlo, este chico era guapo, sí. Pero hay algo en él que me hace desconfiar, somo si tuviese otras intenciones conmigo no solo por el raro e incómodo momento de la biblioteca, sino también por la forma en la que saboreo mi nombre cuando Mateo se lo dijo, es como si por fin hubiese caído el dardo en el blanco. O quizás solo este siendo paranoica y este chico de 1,89, musculoso, de ojos azules electrizantes, que provocan una mirada hechizante y endemoniada, solo sea un chico más y ya.

—Ahora te crees poeta o algo así —solté con burla.

—¡¿Chicos muevan el culo, apúrense?! —exclamó Daniel —¡¿O no van a tener derecho a opinar?!

Mire al idiota y el a mí. Quería jugar pues bien vamos a jugar, pero a mi manera.

—Tú no eres nadie para ponerme una condición en especial para ir donde mis amigos —sostuve con seguridad, retándolo con la mirada. Colocando mí cabeza en alto, mostrando la seguridad que no sabía que tenía. Una sonrisa arrogante se dibujó en sus labios.

—Tranquila pequeña bestia, no te enojes.

¡Por todos mis libros!, que tipo de apodo es ese.

—Si no quieres que me moleste, deja de comentar estupideces. Y no me llames así.

—Y quien dijo que era una estupidez, pelinegra. Acaso no te gusta jugar —comenta acercándose a mí, invadiendo mi espacio personal. A medida que avanzaba esos ojos azules se tornaban chispeantes y retadores. —¿Y cómo no quieres que te llame, pequeña bestia?

—Así como me llamaste ahora. Mejor dime, ¿Cuál es tu estúpida condición? —pregunte por curiosidad y toque la punta de su nariz con mi dedo índice empujándolo hacia atrás para alejarlo de mi rostro, claro que no iba a aceptar su propuesta. Solo quería conocer de que se trataba. Simple curiosidad, nada más...

El elevo una ceja y su sonrisa se ensancho aún más.

—Y porque ahora quieres saber cuál es la condición.

—Por curiosidad —asintió y me miró fijamente detallándome por completo.

—Todo a su tiempo. No te desesperes —fue lo único que salió de sus labios con diversión.

— ¿Por qué tendría que desesperarme? —comente frustrada.

—Lo estás haciendo ahora.

— ¿Hacer qué?

—Desesperarte.

—¿Qué gracioso? Sabes no te entiendo, pero lo que si entiendo es que eres una combinación entre idiota y pendejo.

—No te preocupes. Lo harás en su momento.

—Que presumido eres.

—Gracias.

¡Bingo!

—No era un cumplido. Señor, yo nunca le agradezco a nadie. —le recordé con burla.

—En serio, porque para mí lo fue y al parecer tu eres la única que logra arrancarme esa palabra —contesto mirando al frente.

Inefable Atracción [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora