Capítulo 44 | IA

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Luciana Harper

—¿Y si mejor nos quedamos? ¿Quiero dormir más? —gruñe, su actitud es un poco infantil, pero no voy a negar que la idea me tienta.

—Tenemos que ir, Elián.

—No quiero, mejor ven a la cama —extiende los brazos en la cama, en una clara señal de que acueste con él o encima de él.

—Ya quede en un trato con tu mamá, no puedo fallarle —repetí por enésima vez.

—Todavía me pregunto cuando hablaron a mis espaldas.

—Al día siguiente de la reunión tu madre te llamó y tu estabas dormido, así que conteste yo.

—Sin ver el nombre —dilucide haciendo que mis mejillas tomen cierto rubor.

—Ajá. Y puedes creer que ni se sorprendió del hecho de que vivamos juntos.

Una sonrisa se traza en sus provocadores labios.

—Lo creo, ella no puede esperar menos de su hijo.

Bromea y estoy a punto de lanzarme sobre él, pero lo reconsidero así que pongo mis ojos en blanco.

—Egocéntrico.

—Y vaya que te gusta mucho tener un marido egocéntrico.

—De igual manera, no pienso dejarla plantada.

—Lo entenderá, tu esposo es más importante para ti que tu suegra. —Sonríe coqueto, está sin camisa y el brazo donde impactó la bala sigue vendado —además estoy grave.

—El atentado fue hace cinco días —le recuerdo.

—Ven, quiero mi medicina —susurra, ignorando mi comentario.

—¿Y esa es? —la burla es clara en mi voz.

—Tú, bebé.

Me acuesto en la cama, a su lado. Pero eso no parece bastar, ya que me mira incrédulo.

—¿Qué?

—Nunca dormimos así, mucho menos en estos días de agonía.

—¿Y?

—Y no me gusta. —Me atrapa entre sus fuertes brazos y me coloca sobre él.

—Elián —golpeé su pecho —vas a abrir la herida. Recuerda lo que dijo Dom, no te esfuerces.

Voltea los ojos.

—¿Qué acaso te gusta? —no pasé desapercibido el toque seco en su diafragma.

—¿Estás loco? —estoy a punto de soltar una carcajada, la expresión de seriedad es un dilema en su rostro.

—Respóndeme —aparta mechones de mi rostro. —¿Te gusta?

—Es guapo, —admití —pero no me gusta, no me atrae y no lo deseo. Todo eso solo lo causas tú, solo tú, ¿entiendes?

—Vamos a fingir que te creo —oculta la sonrisa de triunfo.

—¡Elián! no debemos fingir, es la verdad —me hago la ofendida.

—Pero tú no me lo demuestras.

Bufé.

—¿Y cómo quieres que te lo demuestre?

Estira sus labios, como si esa fuera la respuesta.

—¿Quieres un beso?

Oh, Dios. No lo puedo creer, es un completo desastre, mi marido es un completo desastre, pero me encanta la manera infantil y engreída de pedirme un beso.

Inefable Atracción [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora