Capítulo 46 | Última decisión

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Luciana Harper

—Madame, ¿qué la trae por aquí de nuevo?

—Vengo a despedirme, Schmidt. —Revelé—. Pero antes de eso quiero un consejo, al igual que todos los que me has dado—. Sonríe y las arrugas en sus ojos se hacen notorias. Es una de las pocas personas que siempre ha estado conmigo en todo momento, sabe todo de mí, mi pasado, mi presente y podría asegurar que hasta se imagina cómo moriré en esta vida.

La bala que recibió Schmidt rozó su cuello. Lo que provocó que no muera, pero eso no quita el hecho de que hizo pasar por muerto y yo terminé creyéndolo.

—La escucho, señorita.

Me acomodo en mi silla, dejando el bolso a un lado e invitándolo a sentarse a mi lado.

—Siéntate, hoy no quiero que me trates como tu jefa, quiero que me trates como a una hija, así como has hecho todas las veces que te he necesitado. 

Hace lo pedido, sentándose a mi lado. Me giro hacia él, conectando mis ojos con los suyos. Pose mis manos sobre la madera, observando la suya, no quiero dejarlo, no quiero que se quede aquí solo. En este país o mejor dicho en el mundo no tiene a nadie más que a mí.

—¿Qué ha pasado? —inquiere analizando mis movimientos. —Solo dímelo si quieres, sabes que no te obligaré a contarme algo que no estés dispuesta. Toma mi mano entre las suyas. —Respira y deja que tú corazón hable. —Susurra con voz tranquila, brindándome la calma que tanto me hace falta, me conoce tan bien.

—¿Crees que el amor también implica dejar ir? —inquiero sin rodeos.

—Depende del contexto y de la persona. La mayoría de las personas se aferran a algo o a alguien solo por sentirse bien con ellos mismos, sin importarle lo que sienta el otro. En cambio existen personas que anteponen el bienestar de la otra, sobre el suyo. Creyendo que apartándose y dejándolas ser libres, le dará todo aquello que ellos no pueden darle.

—Pero... —me callo al saber que lo he interrumpido.

—¿Pero? —me alienta a continuar.

—¿Crees que eso es lo correcto? —arruga las cejas —dejar ir a la persona —aclaré —, aunque ella no quiera separarse de él o ella.

—El ser humano nunca termina de comprender sus emociones, mucho menos lo hará con las de la persona que ama. Es allí donde radica la importancia de la comunicación. Si él quiere dejarte ir y tú no quieres irte, díselo. Si crees que ambos o solo el está actuando muy apresurado, díselo. Comunicarle tu oposición a eso y deja que las palabras dancen a su melodía, desenredando las cuerdas y explorando sus corazones.

—Los seres humanos somos complejos, una nota musical fácil de escribir pero difícil de entonar. Somos como un depósito de emociones dónde calan los idealismos de los demás y nos dejamos manipular.

—Susceptibles y apáticos —concuerda conmigo.

—Gracias, Schmidt. Eres como un padre para mi.

—Tu siempre serás mi hija, aquella niña que me esmere por proteger y hoy en día se protege como se lo he enseñado.

Una punzada recorre mi pecho, detonando en mi vientre.

—Falle en eso —admití—. Permití que me hicieran daño otra vez, que jugarán con mis sentimientos y destrozarán los muros que construí con los cimientos.

—¿Qué pasó está vez? —La preocupación es palpable en su voz, doblando la tensión sobre mis hombros.

Le conté todo, absolutamente todo desde lo que escuché cuando llegué a la empresa hasta lo último. No omití detalles o bueno quizás sí. Solo lo último, mi momento de debilidad y luego lo que sucedió en la casa. 

Inefable Atracción [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora