Capítulo 30 | Confesiones

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Elián Johnson 

Un estallido se escucha al otro lado de la línea, cortando la señal.

Mi esposa... Luciana... Joder, no puede pasarle nada.

Doy la vuelta al volante, logrando que en una maniobra rápida el coche cambie de dirección, abro la app de rastreo con la preocupación latente en mi sistema. No va a pasar otra vez, está vez no lo permitiré. Se enciende en segundos mostrando todo el globo terráqueo, digito el nombre de mi esposa, seleccionando el anillo de matrimonio el cual tiene el rastreador el mismo que en cuestión de nanosegundos me permite conocer con exactitud su ubicación.

Mierda, está a 30 kilómetros de distancia. ¿Dónde carajos pensaba ir?

Aumento la velocidad de mi auto, pasando los semáforos y provocando que los carros se estrellen entre ellos, en este momento lo único que me interesa es mi mujer.

Mi corazón golpetea tan fuerte en mi pecho que parece que quiere salirse, está desbocado... el teléfono vibra mostrando el nombre de Alessio en la pantalla, rechazo la llamada.

—No es el momento adecuado.

Tecleo rápidamente el nombre de mi jefe de seguridad, necesito a todos los hombres en camino adonde está mi esposa, y todos los imbéciles que deje para que la cuiden se morirán hoy por no hacer bien su trabajo.

—Aborta la misión. —Demando apenas contesta.

—Diablo, el conteiner está a punto de pasar y todos están en posición para el robo de la mercadería y las armas.

—Acaso eres sordo, te estoy dando una maldita orden. En este momento lo único que me importa es que Luciana está viva, no me interesan las malditas armas. Aborda la puta misión y envía a todos los hombres a la dirección que te acabo de enviar.

—Como ordene.

—Ustedes están más cerca, asegúrate de acabar con todos los que están hay. A excepción de Luciana, es a ella a quien deben proteger.

—La señorita Harper... —inquiere.

—Sí, ella. ¡Muévanse! —ordeno. Acelerando el auto.

—Diez kilómetros para llegar a su destino —susurra la voz incorporada en el globo terráqueo, el mismo que señala los movimientos de mi esposa.

—Si tan solo hubieras venido conmigo. Y no te hubieras quedado con ese imbécil... ¿por qué eres tan testaruda?

—Cinco kilómetros... —la voz es interrumpida por la vibración de mi teléfono, el cual emite otra llamada de Alessio.

—Ahorita no es un buen momento Alessio... —inquiero al contestar. 

—Solo quería decirte que te apures y salves a tu esposa...

—¿Cómo lo sabes? —interrogo.

—Te escuchas mal... —susurra.

—¿Cómo quieres que esté cuando todo mi mundo está en peligro...

La voz me sale rasposa, espesa como si todo a lo que me había negado hoy, quiera florecer en el mundo.

—Te enamoraste de ella, la amas...

—Eso no es cierto, ¿o sí?

—Claro que sí. —Asegura.

—Me haces perder el tiempo Alessio con tus estúpidos juegos mentales. —Me quejo.

—Pero bien que funcionan —corto la llamada al escuchar los disparos provenientes del callejón cuando doblo la esquina.

Tomo mi arma, la misma que siempre está cargada, la ira late en mis venas al sentir ser el causante de que mi esposa esté pasando por esto. La localizo dentro de la camioneta, ella al volante. Mientras está rodeada por diez hombres armados que la apuntan. Todos los malditos guardaespaldas están en el suelo con una bala atravesando puntos vitales.

Inefable Atracción [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora