Capítulo 34 | Una copa de vino

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Elián Johnson

1 diciembre 2023

La felicidad es efímera y para que perdure se necesita de tristeza. Solo con la segunda se logra avanzar en la vida. Cada obstáculo que te interponga la vida representa un avance en este mundo de escorias, por eso se cree que el mundo es cruel. 

Otro mes más ha pasado, las manecillas del reloj avanzan de manera significativa, logrando que cada vez disfrute más el tiempo que paso con mi esposa. Ya llevamos treinta y nueve días, para ser exactos, viviendo juntos. Y la verdad esto me gusta y divierte más de lo que esperaba, todos los días la tengo la mayoría del tiempo solo para mi, bailamos juntos, nos bañamos juntos, cocinamos juntos, jugamos y nos divertimos de la manera más loca que encontramos. Incluso vamos a la empresa de ella y a la mía juntos.

Nunca en mi vida imaginé compartir mi casa, mis cosas, mi tiempo y mucho menos mi vida con alguien, pero Luciana Johnson es la jodida excepción a todos mis patrones. Solo por ella soy capaz de dejar botado lo que esté haciendo y correr a buscarla. 

Mi esposa decidió quedarse en la casa de sus padres y no me opuse ya que respeto sus decisiones.

—Esposito —susurra con la voz melosa.

—Si, mi amor. —Se que le encanta que le diga así, y debe agradecerme el hecho de que la llame así porque es la única mujer por la cual me nace decirle así.

—Me dejas en la casa de mis padres.

—Claro... —haber escuche bien, en la casa de ese ogro. —¿Qué? —frené el auto en medio de la autopista. 

—Lo que escuchaste, cariño —hace un puchero y me obligo a mirar al frente. Si sigo detallando sus facciones cederé a otro de sus caprichos.

—Está bien, vamos. Te acompaño.

—Elián, voy a ir sola. Tengo que hacerlo sola.

—Una vez te dejé ir sola y mira como te encontré.

Bufó.

—Fui una tonta por dejarme llevar por los engaños de mi padre...

Mi mano se acentúa en su mejilla.

—Tu no eres ninguna tonta, eres la mujer más maravillosa e inigualable que he conocido antes. —Sus iris azules brillan para luego dilatarse.

—Y tu eres el mejor esposo que Dios pudo regalarme...

—¿Así que soy un simple regalo para ti?

—Eres más que un simple regalo.

—Entonces dime, ¿qué soy para ti?

—Mi esposo.

—¿Tú qué?

—Mi esposito.

—Repítelo de nuevo.

—Mi esposito. —Me encanta escuchar esas dos palabras de ella, hace que mi corazón se infle de felicidad, y debo admitir que nunca me había sentido tan expuesto, tan frágil por alguien, tan débil y fuerte al mismo tiempo. —Entonces, me dejas donde mis padres, esposito.

—Solo por está vez. —Amenacé —todas las otras veces que quieras ir, iré contigo, Luciana.

Aproveche que pase por esa zona, para visitar a mis padres. Estacioné mi auto en el garaje, los guardias de seguridad no se oponen a mi paso, me abren las puertas e ingresé sin ser enunciado.

Inefable Atracción [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora