Capítulo 43 | Chritsmas [Parte 2]

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Luciana Harper

—¡Por todos mis libros, viniste! —posa sus manos a cada lado de su saco, abriéndolo y dejando detallar la camisa inexistente que lleva. Literal, no lleva camisa, desde mi posición observo su piel y los músculos que se forman sobre esta.

—No podía perderme está fiesta por nada.

—Tápate, no quiero ver tu cuerpo —susurré, al tiempo que Elián escucha mis palabras. Se voltea y clava sus ojos en nuestro amigo.

—¿Qué te pasa, Daniel? No te le insinúes a mi esposa.

Mis ojos están a punto de salirse de mis cuencas. Le doy un golpe en su espalda.

—Cállate —le susurro bajito, solo para que él me escuche.

—¡¿Esposa?! —inquiere anonadado, su quijada está abierta, por un poco más y le llega al suelo—. ¿Escuché bien, dijiste esposa?

—Sí, y cierra la boca.

—Se nota que ustedes no pierden el tiempo —intenté hablar pero levanta la mano y la mueve en el aire. —Oh, espera. Déjame adivinar, seré tío. Tan joven y seré tío, ¿será niño o niña?, o ¿ambos?

—Alto ahí, Daniel. No nos adelantemos, no estoy embarazada. No serás tío.

—¿Deberíamos ponernos a hacer bebés, Luciana? —propone con una pizca de seducción en su voz, mi esposo.

—Cállate, Elián.

—Además, nuestro hijo no sería tu sobrino —espeta, ignorándome. Lo hinco con la punta del talón —quieta —lo toma con su mano.

—Si no fuese mi sobrino, que sería, ¿mi nieto? Espera no soy tan viejo.

—No sería nada tuyo.

—Oh, Dios. Está claro que sería un excelente tío.

Las náuseas se hacen presente cuando mi estómago se revuelve, siento las ganas de vomitar en mi garganta. Llevo una mano a mi boca, tapándola; mientras la otra la ubico en mi estómago, flexionando mi cuerpo hacia delante. Mi cabeza se acentúa sobre el hombro de Elián, al sentir la acción se gira nuevamente hacia mí.

—Luciana, ¿qué tienes?

—Bájame —pido débilmente, coloca su mano sobre mi frente, palpando mi cara —quiero ir al baño.

Envuelve sus manos en mi cintura y me alza.

—Estamos en el baño —lo acribillé con la mirada. Me coloca en el suelo y mis tacones resuenan cuando me adentro en uno de los pequeños cuartos de baño.

—Luciana, espera. ¿Qué tienes? —escuché que inquiere.

—¡Por favor, no ves que va a vomitar! ¡Estás embarazada! —chilla Daniel. Su voz resuena en mi interior.

¡Embarazada! No, eso es imposible. Ha, ha. Claro que no.

—Cállate, Wazowwski.

—¿Wazowwski?

Puedo imaginarme cómo voltea los ojos. El vómito se apodera de mí, vacío todo lo que me molestaba. La puerta suena cuando llevó a cabo la acción.

—Abre, Luciana —inquiere mi esposo.

—Espérame afuera.

—Ni lo sueñes, abre de una puta vez o tumbare la puerta.

Lo hará, estoy segura que lo hará; y aun así me decido por esa opción.

—No abriré y haz lo que quieras.

Inefable Atracción [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora