Capítulo 29 | Todas las rosas tienen espinas

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Elián Johnson

Todo demonio cargado de maldad necesita su antítesis, aquel veneno que te curará o terminará de matarte. Eso es ella para mí, representa todo aquello de lo que no sabía que huía, lo que no había alcanzado nunca, todo lo que me jode con solo pensarlo, pero que con ella me llena el corazón de gozo.

Su presencia te envuelve en admirarla, convirtiéndose en tu deidad, aquella mujer cargada de confianza y seguridad, aquella que aunque por mucho miedo que tenga a todo lo que deba enfrentarse siempre está ahí luchando por lo que quiere.

Para definir todo lo que es Luciana no me alcanzaría la vida... mucho menos las palabras.

Desde que llegamos a la empresa todos los empleados la observan, saben perfectamente quien es, a lo que viene y todos están embelesados con la suma elegancia, seguridad y una pizca de maldad que rebosa de sus poros. No mira a nadie, camina confiada, recorriendo todas las instalaciones, haciendo las preguntas de todo lo que no conoce.

Es una hechicera.

Aunque me cueste mucho, tengo que admitir que el difunto tenía buen gusto en la planificación de las instalaciones, claro está que no superan mis empresas. Le falta oro y un poco más de lujo, y eso es justo lo que pienso aportar.

—Señor... —susurra una voz fastidiosa. Odio que esa palabra sea pronunciada por otros labios que no sean los de mi esposa.

—Primera y última vez en tu miserable vida que me diriges la palabra —la corto sin molestarme en mirarla. Siento sus ojos depredadores sobre mí.

Vale, acepto que soy demasiado guapo, un completo Dios ante sus ojos y los de todos los que están aquí. Pero sencillamente no me interesa ninguna mujer que no sea mi bruja de ojos verdes y cabello negro. Creo que en toda mi vida, ninguna de las putas mujeres con las he estado ha calado tanto en mí como lo ha hecho ella con sus artimañas.

—Disculpe que lo interrumpa joven. Desea un vaso de café. —Suspiro y volteo los ojos. Por favor, no puedo tener un minuto de paz. Me encanta ser el centro de atención, pero cuando yo lo deseo, no cuando tengo hienas merodeando. Esa es la definición exacta para todas estas.

—¿Qué lleva? —discrepo, enviando un mensaje a Alessio.

Quiero saber todo del tipo que se hospeda en mi hotel.

—Café, agua y azúcar... —comenta lo obvio con una sonrisa tachada en su rostro la misma que muestra coquetería.

—Prefiero el café amargo.

Levanto la mirada de mi teléfono y los iris de la pelinegra destellan en mi dirección, está centrada observando con rabia a la mujer que me ofrece un café. Aprieta el Ipad que lleva entre sus manos, donde está haciendo sus anotaciones.

Alguien está celosa, me encantaría ver esa faceta suya.

—Todo está claro, Lewis. —Se acerca al tipo mascullando algo inalcanzable a mis oídos. El verde de sus ojos está más oscuro de lo normal en ella. —Perfecto.

Sus tacos inundan el silencio que se formó en un instante. Su cabello se mueve en cómo avanza, menea sus caderas suavemente a un ritmo excitante y provocativo. Sabe perfectamente como tentarme. El Ipad que hace unos momentos estaba en sus manos ahora se encuentra en las del hombre que le explicaba todo acerca de la empresa. Sus ojos se posan en la mujer que se me insinuaba.

—Quiero toda la información financiera de la empresa de este último año para hoy. —Ordena sin una pizca de contemplación, su voz sale fría y dura. El rostro de la mujer se deforma.

Inefable Atracción [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora