Elián Johnson
Luciana empuña la cadena que cuelga de mi cuello jalándome de ésta, y estrellando sus labios con los míos cuando giro mi rostro para verla. Debo admitir que el hecho me tomó por sorpresa, pero los movimientos de sus exquisitos labios son aditivos, te sucumbe en una línea de fuego donde la única opción es dejarse doblegar o ir en contra de sus leyes, no detengo el auto, esta carretera es desolada, muy pocas veces pasan algún tráiler o vehículo por aquí. Posicioné una de mis manos en su nuca, haciendo una pequeña presión sobre está, dejándole claro que mis labios avallasarán con los suyos, en movimientos coordinados, explorando al otro, nuestras lenguas juguetean, danzando al compás de el viento que azota las hojas del profundo bosque que cautiva en sus ojos. No es unos de los primeros besos que nos damos, ya me conozco sus labios de memoria y ahora estoy grabando la escultura de su cuerpo en mi cerebro no me detendré hasta explorar cada rincón de su pequeño cuerpo.
Cada día, una pequeña acción o beso con ella es algo digno de disfrutar, toda su presencia enloquece a las neuronas de mi cerebro, provocando latidos incoherentes en mi corazón.
Con ella atesoraré todo aquello que los demás consideren normal, porque con el simple hecho de ser con ella se convierte en el mejor momento vivido.
De un momento a otro separa nuestros labios, dejando esos carnosos labios rojos a milímetros de los míos. Su agarre sobre la cruz se torna más firme, puntualicé sus labios están hinchados, carmesí y tentadores a probarlos de nuevo, mientras en sus ojos atraviesa un ápice de recelo.
—¿Quién te dio esta cadena? —Interpela enlazando sus iris aceitunados con los míos. Sonrío porque su pregunta me agarra desprevenido y más en esta situación.
—¿A qué viene la pregunta, Sorcière?
—Me parece que la he visto antes. —Su voz denota seguridad. Puntualizando cualquier respuesta que le brinde.
—La cruz —posé una mano sobre las suyas, mientras mantengo el volante firme y de reojo observo que todo vaya bien.
—Sí, esta misma.
—Aunque me gustaría que la mía sea la que hayas visto, dudo que lo sea. Aunque me cueste reconocerlo, existen miles de cadenas así en el mundo, pero ninguna como la mía.
—Halagador y egocéntrico.
—Debería agradecértelo, pero es algo que ya sé. —Dirigí mi mirada al frente.
—Respóndeme la pregunta, Elián Johnson.
—¿Qué pregunta?
—No la pienso repetir.
—Mi amada esposa, podrías repetirme la pregunta —vuelve a templar de la cadena —oye, tranquila, pequeña bestia o es que me quieres matar.
Una mínima pizca de sonrisa jala de sus labios, pero se esfuerza en ocultarlo. Estacioné el auto en medio de la vida, a mitad de la nada básicamente.
Me giro hacia ella, posando mi mano en su mejilla, clavando mis ojos en los suyos, mi otra mano se sitúa sobre su otra mejilla. La muevo suavemente hacia mí, aún mantiene su mano atenuando la cadena.
—Sorcière, está cadena me la regaló alguien muy especial para mí. —Confieso.
—¡Feliz cumpleaños al mejor hermano del mundo! ¡Feliz, feliz, feliz cumpleaños!
Sus pequeños brazos extienden una caja pequeña forrada perfectamente con papel regalo color dorado, la misma que lleva un esbelto lazo negro. Detallo sus ojos, son dos esferas de cristal tan brillantes como las estrellas, solo que estás son azules. Salta de los muebles hacia mis brazos, la atrapé en el aire, evitando una desastrosa caída. La pequeña castaña con reflejos rubios posiciona sus pequeñas manos sobre mis mejillas aún con la caja en su mano derecha.
ESTÁS LEYENDO
Inefable Atracción [+18]
Teen FictionLuciana Harper es hija de los empresarios más exitosos de Madrid, España. Su vida era bastante tranquila, pero el destino tenia otros planes al cruzar en su camino a el chico de ojos azules. Elián Johnson poseedor de un apellido que denota poder, p...