Elián Johnson
Las hojas de los árboles danzaban al ritmo que el viento las azotaba. Una brisa gélida impacta mi rostro cada vez con más intensidad, como si el universo me apresurara para tomarme el lugar. Mi corazón latía cada vez con más intensidad, en una mezcla de miedo y emoción por verla de nuevo, por detallar esos preciosos ojos verdosos que me ponían duro de solo observar la diosa que es mi esposa. Mi mujer estaba en la casa que se alzaba frente a mis ojos, ¿estará asustada?, mi pequeño Demonio es una mujer muy valiente y por muy fuerte que se vea, se que le rompe el hecho de que el hijo de puta de su padre juegue con sus sentimientos. El solo pensar que la dañe al igual que lo hizo cuando era una niña... me jode por dentro, a la vez que una ira inigualable empieza a crecer en mi cuerpo. Mi bebé ha sufrido tanto tiempo, ha lidiado con batallas sola, sin apoyo de nadie y ahora está de nuevo en manos de su verdugo, solo que está vez sí tiene quien abogue por ella. Y me encargaré de primera mano que todos estos hijos de puta sufran peor de lo que han sufrido en sus vidas.
—Diablo, debemos rodear la casa y ver cuántas personas están dentro —informa una voz proveniente del equipo.
—Lo mejor es rodear la casa y matarlos de una vez. No estoy dispuesto a poner en riesgo a mi prima —estableció con voz irritable el idiota de Aramis.
Por mucho que odie darle la razón. La tiene. Al menos esta vez. Ni él, ni yo estamos dispuestos a perder a Luciana. El solo pensamiento altera aún más mis emociones, mi corazón empieza a latir tan fuerte dentro de mi caja torácica que duele, dejándome sin aliento, mientras una corriente eléctrica atraviesa mis músculos. Estoy seguro que en este lugar tienen a mi esposa, la cueva de las ratas no es nada más y nada menos que una mugrosa casa de dos pisos, no la definiría como mansión, porque está bastante desgastada, montosa y teñida de un horroroso color amarillo. Tan espantoso que irrita mis ojos, sé cuanto Luciana odia el amarillo y estoy seguro que es una tortura estar aquí. En los alrededores se interponen unos arbustos de rosas blancas, toda la casa está rodeada de ellos. De seguro debe tener un piso subterráneo y es justo allí donde debe estar. Unas cinco puertas son factibles en este lugar, eso si es que adicionalmente no cuentan con un túnel subterráneo.
—El grupo uno rodee la casa, el grupo dos prepárense para tomar el lugar, el grupo tres a mis espaldas —ordené. Al percatarse de mis órdenes todos se dividen haciendo el menor ruido posible y movilizándose en la menor brevedad posible.
Escuché un bufido a la vez que recargaba mi arma.
—Nuestras espaldas, querido —escupió con desdén mezclado con fingida molestia—. Te recuerdo que te guste o no, Lucia es mi familia y entraré por ella tanto como lo harás tú —me mira con arrogancia, levantando el mentón de la misma manera arrogante que suele hacerlo mi esposa. El solo recordar ese pequeño detalle hace que una punzada se instale en mi pecho. Familia tiene que ser.
—No es momento para reclamos —determiné, ignorando sus palabras—. Maten a todo el que se mueva a excepción de mi esposa, claro está. ¡Ahora! —ordené, mis hombres empiezan a moverse, ubicándose en las posiciones que les corresponde—. Todos listos para disparar —informé a través del auricular.
Nos tomó quince minutos llegar hasta aquí después de la corta llamada que tuve con mi esposa. Ella me concedió el permiso que tanto le supliqué para tomar acciones con mi propia mano, me permitirá matarlos como me dé la gana y no se opondrá a ello. Los gritos e insultos son factibles al oído a manera que nos acercamos.
—Escabulléndose entre los arbustos.
No quiero que ninguno se escape, aunque estoy seguro que Hawthorne no está aquí. Huyó antes como la rata que es. Esas malditas ratas están reunidas y ni una de ellas saldrá con vida. Si antes tuve piedad con ellos ahorita no la voy a tener. Nos acercamos cada vez a la vieja casa, varios de mis hombres se van por los alrededores de la casa, mientras los demás siguen mis espaldas a excepción de Guillermo que se mantiene a mi derecha, este abre la puerta de un portazo, lo que permite apreciar a cinco hombres sentados en un taburete ubicado al fondo de la primera planta, las balas destrozan sus cráneos, lanzando su cuerpo inerte al suelo. Rusos.
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Inefable Atracción [+18]
Genç KurguLuciana Harper es hija de los empresarios más exitosos de Madrid, España. Su vida era bastante tranquila, pero el destino tenia otros planes al cruzar en su camino a el chico de ojos azules. Elián Johnson poseedor de un apellido que denota poder, p...