La vida es muy corta para escuchar mala música.CG.
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Cat Grant estaba de espaldas viendo los grandes televisores que cubrían la pared del fondo. Eve salió una vez más de la oficina y nos quedamos a solas con la gran empresaria.
Ninguno dijo nada. Casi pude contar diez segundos de silencio... Se mantuvo pensativa, o tal vez analizando detenidamente algún punto en la gran pared... entonces habló.
—Alguno de ustedes ve lo mismo que yo? —Preguntó aun sin voltear.
Los chicos me miraron, ninguno sabía qué responder. En las pantallas se mostraba el clima, las listas de canciones más escuchadas a nivel global, a nivel nacional; noticias del canal 11, un video musical, venta de acciones de CatCo, entre otras cosas...
—Porqué nadie responde?.... —Volvió a preguntar seria y podría decirse que fastidiada. —La pantalla numero tres está ligeramente inclinada a la izquierda o es mi decadente vista la que juega con mi mente?
Di un paso al frente y miré la pantalla numero tres. Estaba inclinada.
—Es la pantalla... —Me atreví a responder.
Otra vez el silencio.
Cat Grant se giró con nosotros y entonces la vimos.
—Creo que tendré un infarto... —Se escuchó apenas el susurro de Winn.
Se quitó sus lentes y nos miró de frente.
—Ustedes cinco están ahí parados haciendo nada. Parecen un elenco atractivo y racialmente carente de la CW. Tomen asiento.
Ahí estaba. Era tal cual la habían descrito, una mujer con tal determinación en la mirada que nos dejó la piel helada a todos. Catherine Jane Grant... la misma en persona. Y era una mujer hermosa... Con facciones de muñeca de porcelana, nariz delgada, ojos cafés oscuros y una postura tan correcta que hacía resaltar sus hombros. Fue algo que no pude dejar pasar, tenía que admitirlo porque incluso hasta la mirada de Alex mostró cierto enrojecimiento. Pero aun más que eso, Cat era intimidante, era tan intimidante que faltaba un letrero que indicara no verla a los ojos directamente.
Nos sentamos y ella caminó frente a su escritorio, se recargó en él y puso su mano sobre unas carpetas.
—Estos de aquí son su expedientes. No hace falta que se presenten, no hace falta que intenten decir algún alago para ganarse mi confianza... Eso se gana con trabajo. Conozco sus miedos, sus atributos y sus aspiraciones...
Cómo es que mi vida puede caber en unas cuantas paginas? Me pregunté mientras ella continuaba su discurso acerca de lo sencillo que fue categorizarnos.
—O al menos solamente lo que necesito saber...
En su otra mano a un lado estaba un reproductor de audio. Ella lo encendió y regresó con nosotros.