CAPÍTULO 10

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POR AMBOS

Masón Greco

¡Que Mierda quiere!, ¡Joder!, Dalton colmara con mi puta paciencia, solo ocasiona que mis ganas de necesitarlo muerto aumenten de una manera incontrolable, fantaseando con la hora de terminar con su patética vida.

No sé cómo se le ocurre dirigirse a Indra de esa manera, ahora como carajo le conseguiremos un trato, si opto por sacarlo a mi modo le estaría haciendo un favor y eso es algo que no estoy dispuesto a hacer, camino de un lado a otro en mi despacho ansiando poder entrar en el comando del ejército y acabar de una puta vez con este dolor de cabeza.

Suficiente, tengo con matar a los demás y lidiar con los que aún están afuera queriendo tomar mi lugar, y para colmo, estas putas ganas de follar a Indra no acaban, mi miembro solo quiere estar dentro de ella, llenarme de ella y llenarla a ella.

La hora de ir a mi pent-house llego y salgo de mi despacho topándome con la presencia de la idiota que avanza abandonado su oficina, caminamos hacia el ascensor y puedo palpar la molestia que emana o en todo caso podría ser estrés, joder, las mujeres son difíciles. Presiono el botón que abre las puertas de metal.

Dejo que pase primero mostrándole que también cuento con eso determinado, caballerosidad, se cierra el ascensor y bajamos hasta recepción, no dice nada de camino al estacionamiento, me jode que no diga nada, sigue dando pasos hasta quedar al costado del vehículo jalando de la puerta para quedar de copiloto. Salimos del estacionamiento del bufete y sigue sin decir una puta palabra.

— ¿Qué tienes?, me jode que no digas nada — voltea a verme con esos diamantes que no irradian alguna emoción.

— Nada — tenía que ser una maldita mujer terca y testaruda.

— Algo te molesta — niega — ¡Joder, Indra! — detengo el auto en seco — ¿Qué mierda tienes? — logro acaparar su atención.

— Nada, solo conduce hacia tu puta casa, follemos y durmamos, ¿de acuerdo? — es tan sexy mandando que podría lograr eliminar la vaga preocupación que demando.

— No es casa, es pent-house — le correspondo con su mismo tono crudo.

— Como sea, ¿De acuerdo? — esos ojos azules se vuelven un azul más intenso.

— De acuerdo, preciosa — vuelvo a conducir fijando mi verde intenso sobre la carretera de Londres.

Varios minutos de camino y largo silencio de su parte llegamos a mi pent-house, baja del auto destilando molestia. Tendré que darle una buena follada para que se le quite el carácter de mierda que carga, pasamos por la recepción y tomamos el ascensor que nos sube hacia mi piso. Abro la puerta de mi hogar dándole acceso a ella.

— ¿Quieres algo de beber? — le pregunto, tal vez ebria mejore su humor.

— Sí, vino, si es que tienes — caprichosa la niña.

— Por supuesto que tengo — camino hacia el minibar abriendo la gaveta donde reposan grandes botellas exclusivas, opto por tomar la Lonevut el cual es un vino de 1998, sirvo un poco en la copa de cristal y para mí un vaso de Whisky — aquí tienes, preciosa — le ofrezco la copa y extiende la mano llevándosela a la boca degustando el vino tinto — bebe despacio, no pienso lidiar contigo ebria.

— ¡Puedes dejar de joder!, me estresas — acota, molesta.

— Mira, preciosa, bájale a tu tono — avanzo hacia ella — que a mí no me gritas — acorto nuestra distancia — ¿Dime que tienes? — susurro en voz baja, no sé por qué lo hago, pero su jodida actitud me preocupa.

— Puedes dejar de preguntar y solo follarme — agacha la cabeza, tomo su mentón buscando su mirada — ¡por favor! — su jodido, por favor, fue una súplica que tuvo un efecto en mí.

ᴛᴏᴅᴀ ᴍÍᴀ ʏ ᴛᴏᴅᴏ ᴛᴜʏᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora