CAPÍTULO 3

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BAR DE LAS DECEPCIONES

Indra Dorenty

Abandone el baño, la verdad no estaba para nada de humor como para regresar a la mesa con Leo, aún sigo molesta por las malditas actitudes sumisas que demuestra hacia sus padres, siempre sobrepone las decisiones de sus creadores ante la mía y sé que eso jamás cambiará, pero en estos momentos ya no sé qué es lo que necesito o quiero.

Detesto no saber qué es lo que realmente requiero, siempre he sido una persona decidida, nunca he dudado en dar un paso en falso, no me interesaba las consecuencias que mis actos pudieran ocasionar. Respiro profundo tomando camino hacia la pequeña terraza que adornaba el edificio.

La cual dejaba un amplio camino decorado con luces amarillas, mostrando la gran caída de las cascadas luminosas que hacían juego con el pasillo de espejo, al terminar de cruzar ese cálido ambiente, te encuentras con semejante noche llamativa de Londres, el brillo de los edificios en la oscuridad le daba a la atmosfera un toque romántico. Un cuerpo reposaba recargado en el barandal del lugar.

— Otra vez tú — comento cansada de toparme con su puta presencia.

Al escuchar mis palabras se da media vuelta dejándome ver su esbelta e imponente figura, una cabellera negra peinada, pero con mechones rebeldes rebelaba su elegancia, sus ojos verdes me escanean con un morbo que me hace contraer mis muslos, sus brazos se ven perfectos con esas mangas remangadas mostrándome la tinta de un tatuaje poco visible.

— ¿A caso me estás acosando o algo así? — se lleva las manos a sus bolsillos, avanzando hacia mi coqueto, dibujando una sonrisa perversa.

— No te des mucha importancia, solo salía a pensar — doy unos pasos hacia el lado contrario, pasando por su lado.

— ¿En qué piensas? — se coloca junto a mí, y sus ojos me detallan como si nunca hubieran visto a una hermosa mujer.

— No es de tu incumbencia — intento que su presencia no tenga efecto en mí, que su atractivo no influya en mi actividad de reflexionar.

— En eso tienes razón, me importa un carajo, lo que pienses — espeta cortante, se gira hacia la vista que nos regalaba la oscura velada de Londres.

— ¿Y para qué preguntas? — lo acribilló con la mirada, repasando su aspecto frívolo.

— Que no me interese no significa que no tenga modales — las comisuras de sus labios se elevan de una manera curiosamente sensual.

— Gracias por la pregunta que no te pedí, así como tampoco pedí tus modales — Desenfoco mi mirada de él posándola en la lejana luz de la luna, respirando profundo para no estallar.

— Es un placer, Srta. No pedí tus modales — suelto un suspiro exasperada por su maldita broma, no estoy de humor y que él crea que pude hablarme como si fuéramos amigos íntimos me cabrea más.

— ¡Vete a la mierda!, ni sabes quién soy, o bueno sí, sabes mi nombre por reportajes, pero eso no te da el derecho a conocerme bien...

— ¡Bájale a tu tono de voz preciosa! — corta un poco de distancia — no me interesa faltarte al respeto — me dedica una sonrisa maliciosa.

— En primera, no me digas preciosa — recupero un poco de espacio — se escucha ridículo viniendo de ti, en segunda, podrías decirme el nombre que tengas, para saber quién diablos eres — ordeno secante, mi cabeza me pesa y el saber su nombre haría que esa pesadez disminuyera.

— En primera, te digo y nombro cómo se me venga en gana — avanza hacia mí — y en segunda, solo te diré mi nombre porque detesto verte enojada, preciosa — acaricia mi mejilla quedando a escasos centímetros de mi cuerpo.

ᴛᴏᴅᴀ ᴍÍᴀ ʏ ᴛᴏᴅᴏ ᴛᴜʏᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora