CAPÍTULO 38

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NUEVO HOGAR

Indra Dorenty

Al despertar, mi vista se enfoca en el hombre que duerme sobre mi vientre, tomo las hebras oscuras con delicadeza paseando mis dedos sobre ella. No hay ningún otro lugar en cual él quisiera estar, más que sobre mi abdomen. Día y noche besa la piel que alberga a nuestro heredero, la paternidad lo ha doblegado mucho más que mi presencia.

— Buenos días, Esposo — eleva el rostro regalándome la presencia de su verde intenso.

— Buenos días, Esposa — sonrío por su forma tan posesiva y seductora de hablar — ¿Cómo te sientes? — se incorpora gateando quedando sobre mi cuerpo.

— Mucho mejor — los últimos días en Budapest me han sentado fatal, cada alimento que pruebo es un asco seguro, no tolero muchos olores y mi estómago cada vez aborrece la simple actividad de comer.

— Aún me queda una sorpresa para ti — juega con un mechón de mi cabello.

— ¿Cuál? — desde que me convertí en la, Sra. Greco, no deja de obsequiarme una infinidad de cosas y cumplir todos los caprichos relacionados o no, con mi embarazo.

— Una muy especial, pero tendremos que hacer un pequeño viaje para que contemples ese detalle — frunzo el ceño, confundida, no sé qué trama ahora.

— ¿A dónde viajaremos? — niega, divertido, y detesto que siga con su afán de nunca decirme nada.

— Es sorpresa, así que empaquemos porque el jet ya debe de estar listo — niego, cubriéndome con las sábanas, gracias al embarazo, dormir es uno de mis mejores pasatiempos.

— No seas caprichosa — hala de la sábana intentando colocarme de pie, pero complico su acto tumbándome sobre él.

— Unas horas más, el bebé y tú me tienen muy cansada — sonríe con picardía, y es que no me deja de follar a cada nada, solo quiere permanecer dentro de mí y yo amo que lo esté.

— Tus gemidos no opinan lo mismo — hunde su rostro en mi cuello, dejando diminutos besos.

— Es que en esos momentos se me dificulta encontrarme cansada — sonríe contra mi piel — pero ahora estoy devastada.

— Eso se puede arreglar con unos simples toques — desciende su mano hasta mi intimidad, pero la aparto evitando otras mil horas de sexo.

— Debemos irnos, después habrá tiempo — bufa, molesto, últimamente solo necesitamos estar él, yo y una perfecta cama.

— Es una mujer muy mandona, Sra. Greco — le encanta recalcar que apellido porto ahora, y no me molesta, me gusta tener un apellido que detona tanto poder.

— Lo siento, pero ya no hay, ni habrá forma para que te deshagas de mí — beso sus gruesos y rosados labios.

— No pensaba hacer eso — abraza mi cuerpo contra él, ejerciendo una brusquedad tolerable.

— Más le vale, Sr. Masón Greco — muerde mi labio, rabioso — ¡Oye! — ciñe su mano a mi mentón fijando mi vista con la suya.

— ¿Qué hablamos sobre esa referencia? — me hago la desentendida y hala con más fuerza mi piel — responde, Sra. Greco.

— Que tendría que llamarte de otro modo — sonríe victorioso y pasa su lengua salivando mis labios.

— ¿Ahora que es lo que soy para usted? — su verde dominante me escanea con avaricia y me estremezco por el poder que su mirada ha conseguido.

— Mi Esposo — acaricia mis labios con un sutil movimiento que indica su autocontrol para no caer en la tentación.

— Así es, ahora soy, Su Esposo, Sra. Greco, y usted solo es y será, Mi Esposa, ¿entendido? — frota sus labios contra los míos, generando una fricción insoportable.

ᴛᴏᴅᴀ ᴍÍᴀ ʏ ᴛᴏᴅᴏ ᴛᴜʏᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora