CAPÍTULO 14

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HERMANO MÍO

Indra Dorenty

Hoy fue un puto día de mierda, la jodida rueda de prensa me tomo por sorpresa, mucho más el acto de acompañar al idiota de Masón. Tomo mis cosas y abordo el ascensor, las ganas de aceptar la propuesta de Masón y pasar la noche con él no sonaba tan mal, pero estar en casa con mi Nanis suena mucho mejor.

Llegar a mi departamento con Nanis es todo lo que necesito, necesito de su acogedora compañía. Me despido de la recepcionista de la entrada, salgo hacia el estacionamiento de la parte trasera del edificio, en el auto ya estaba Santiago esperándome, y a su lado, se encontraba estacionada la camioneta de los guardaespaldas, me dejaron de cuidar dentro del bufete, la presencia de estos me causaba más estrés, así que hable con mi padre y acepto. Santiago me abre la puerta trasera del auto.

— Gracias — subo a mi auto, Santiago se coloca en su posición y arrancamos hacia mi hogar.

— ¿Cómo estuvo su día Srta. Indra? — me pregunta Santiago.

— Agotador, estresante, esto que está sucediendo me tiene con muchos asuntos por hacer — voltea hacia el retrovisor para observarme un momento.

— Me imagino, todo esto está muy peligroso para usted, y antes de que me regañe por meterme en asuntos que no me incumben, sabe que me preocupo por usted — asiento, después de mi padre y Leo, Santiago es uno de los hombres que cuidan mucho de mí.

— Pero no es nada que no pueda superar —sonríe, ya sabe cómo soy, siempre tengo un lado motivador ante tanta mierda que sucede.

— Eso no lo dudo Srta. Indra, siempre nos sorprende — se vuelve a enfocar en el trayecto.

— Y eso que aún me falta mucho por vivir — vuelve a sonreír y el camino a mi apartamento se vuelve silencioso, tranquilo.

El auto se detiene frente a mí edifico, bajo adentrándome a mi hogar, Santiago les ha dejado varias veces en claro a los guardaespaldas que pasando por la recepción ellos tienen prohíbo entrar, al menos que sea de suma importancia.

No me molesta que se turnen para subir a observar si todo va bien, pero tener que verlos a cada segundo, parados fuera de mi puerta, eso si me molesta, por lo que llegamos al acuerdo de que solo podrán hacer rondas de vigilancia, nada de estar a cada hora ahogándome con su presencia.

Abro la puerta, y el olor a lasaña inunda mis fosas nasales, reconocería ese magnífico olor a donde quiera que fuese, dejo mi bolso en la mesa de la entrada, me retiro las zapatillas y avanzo hacia el lugar de donde proviene ese maravilloso aroma.

— Buenas noches — saludo, y la presencia de mi Nanis se hace notar, viniéndose hacia mí con los brazos abiertos.

— Buenas noches, mi muñequita — la abrazo, sentir su calor y cercanía me tranquiliza —¿Cómo estuvo tu día? — se separa de mí dejando un beso en mi frente antes de posarse tras la barra de la cocina.

— Agotador, como cualquier otro — tomo asiento frente ella.

— Eso se nota, y sobre todo, por las noticias que la prensa está dando, se han inventado, no sé qué tantas cosas, que, por lo visto, a Leo no le han gustado — me señala hacia mi habitación.

— Porque no me has dicho que estaba aquí — susurro entre nosotras.

— Porque no me preguntaste — imita mi susurro, ruedo los ojos y tomo camino hacia mi habitación.

Abro la puerta y Leo no estaba en la cama, avanzo hacia el baño de la habitación y su sombra me indica que está en él, me detengo a observarlo, se encontraba frente al espejo, una toalla blanca rodeaba su cadera dejando a la vista su trabajado torso, en la mano derecha sostenía una cuchilla para afeitarse la creciente barba, mi presencia hace que su vista recaiga en mí, doy unos pequeños pasos lentos hacia él.

ᴛᴏᴅᴀ ᴍÍᴀ ʏ ᴛᴏᴅᴏ ᴛᴜʏᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora