Los golpes en mi puerta, me hicieron fruncir el ceño, obligandome a abrir los ojos con pereza.
— ¡Cora, levántate ya! — escuché la voz de mi padre al otro lado de la puerta.
Lloré internamente, sin querer salir de la comodidad de mi cama.
— Déjame dormir un ratito más — le pedí. Sintiendo un fuerte dolor de cabeza que me obligó a taparme el rostro con mi cobija.
Había bebido demasiado anoche y está era la consecuencia de ello.
— Si no sales de la cama, te quedarás sin desayuno — me amenazó con tono de voz molestó.
Era lógico que me hablara así, yo siempre hacía de las mías cada vez que me iba de fiesta.
Suspiré pesadamente.
Con mucha fuerza de voluntad, hice a un lado mi acolchonada cobija, sintiendo los rayos del sol caer directamente en mi rostro, provocando un ardor en mis ojos.
— Mierda... — me queje, levantandome de la cama como pude. — No vuelvo a beber así — musite para mí misma sabiendo que era algo que claramente no iba a cumplir.
Aún adormilada, me perdí en el interior del cuarto de baño, para ayudarme un poco a reaccionar por completo y tener la cara con la cuál enfrentar a papá.
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Veinte minutos después bajé las escaleras, preparándome internamente para el sermón que estaba apuntó de recibir.
Mi padre se encontraba leyendo algo importante en su tablet del trabajo mientras bebía un poco de café.
— Buenos días, papá — lo saludé con normalidad tanteando el terreno.
Mi padre no apartó la mirada se su tablet para mirarme, tan solo se limito a responderme.
— Buenos días, Cora — conocía ese tono de voz, estaba molesto. — Te dejé una pastilla para que te ayude con tu resaca — hice una pequeña mueca al darme cuenta que a pesar de que estuviera enojado conmigo, no dejaba de preocuparse por mí.
— Gracias.
Tomé un pan tostado, untando un poco de mermelada de fresa para comenzar a desayunar tranquilamente. Tenía el estómago muy sensible por el alcohol así que eso y mi café fue perfecto para mi.
A excepción de otras veces en las que desayunaba junto a papá, hablando de cosas sobré su trabajo, cosas de la universidad o incluso sobré nuestra vida personal. Está vez todo era puro silencio, y se sentía bastante incómodo.
— ¿Trabajas hoy? — pregunté, al reparar en su elegante traje.
Mi padre me prestó atención por primera vez desde que había bajado a desayunar, mirándome con cierta molestia.
— Así es, tengo que buscar posibles inversionistas si es que Kim Taehyung decide no invertir por culpa del espectáculo que decidiste montar anoche — apreté los párpados por algunos segundos.