12 de septiembre, 2016
El número al cual usted está llamando se encuentra apagado, o está temporalmente fuera de servicio...
Diego se apartó el celular de la oreja y con iracunda frustración presionó el botón rojo en la pantalla táctil de este, para cortar la llamada. Había perdido la cuenta de las veces que había llamado a Roberta desde que habló con Mia esa tarde y todas esas veces el mismo mensaje se había reproducido.
Respiró profundo antes de buscar nuevamente en la agenda de su teléfono.
—Diego.
La voz de la que fue su mejor amiga sonaba tranquila y eso lo hizo tener esperanza.
—¿Pudiste hablar con Roberta?
—Sí.
—¿Y qué te dijo?
—Nada, como siempre.
—Pero cómo... A ver, ¿te dijo cómo estaba, le preguntaste dónde...?
—Sí, Diego —lo interrumpió, luego suspiró—. Me dijo que estaba bien, que no me preocupara y que volvería el próximo fin de semana a la Ciudad. No quiso decirme dónde estaba.
—¿Por qué no?
—No sé, solo dijo que no tenía mucho tiempo y que quería hablar con Santi.
Diego se pasó la mano que tenía libre por el rostro, no sabiendo cómo sentirse al respecto. Se alegraba de que Roberta estuviera lo suficientemente bien como para llamar cada día a Santiago, pero eso no significaba nada. O tal vez él estaba haciendo una tormenta en un vaso de agua y ella realmente estaba bien, desempeñando ese papel de esposa perfecta que, al parecer, se esforzaba tanto por mantener.
—¿Sigues ahí?
La voz de Mia lo trajo de vuelta al lugar donde se encontraba.
—Sí... ¿tú como la escuchaste?
—La verdad es que más rara que de costumbre.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Sonaba tranquila, pero no sé... Había algo en su voz que sonaba extraño, no sabría explicarte bien. No sé qué pensar, Diego. Tal vez estamos exagerando con esto.
El hombre respiró profundo.
—Puede ser.
Sinceramente él no creía que estuvieran exagerando al respecto, pero tampoco podían hacer mucho si es que Roberta no se dejaba ayudar.
Aún podía sentir el terror que vio en los ojos de la chica cuando se vieron por última vez en esa gala y estaba seguro que ese miedo era algo común en la vida de Roberta. Eso lo hacía pensar que no podía quedarse de brazos cruzados, esperando a que volvieran cuando Javier quisiera. Él se veía enojado esa noche, muy probablemente descubrió lo que había pasado entre los dos y su mayor miedo es que se desquitara con Roberta de cualquier manera.
¿Pero qué tan mal podía estar, si llamaba a Santi todos los días?
El debate en su cabeza no lo dejaba pensar con claridad ante nada, pero era evidente que, por ahora no, podía hacer mucho.
—Llámame si averiguas algo, o si pasa cualquier cosa.
—Seguro —respondió Mia—. Tú haz lo mismo, por favor.
—Sí.
Cortó la llamada y guardó el teléfono en el bolsillo interno de su chaqueta, luego le dio un sorbo al vaso de cerveza que había pedido en ese solitario bar, pues al ser lunes no se veía muy concurrido.
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No me olvides
RomanceDiego y Roberta juraron amarse para siempre, sin embargo la vida y sus peripecias no se los permitió. Cada uno tomó su camino, sin saber que eran parte de un círculo que los volvería a encontrar de frente. Hoy, ambos deben enfrentar los demonios de...