Capítulo 52: Subestimar

1.1K 119 158
                                    

10 de noviembre, 2016

Nuevamente en una celda, se dijo. Diego negó con la cabeza y los ojos cerrados mientras ese pensamiento cruzaba su mente. Se levantó de la inhóspita cama en la que se encontraba sentado y comenzó a caminar por el reducido espacio.

Si la percepción del tiempo no la había perdido por completo, llevaba un día y medio encerrado.  Como había esperado, la policía no había tardado en ir por él como principal sospechoso de lo que le había ocurrido a Javier. Sinceramente, había estado esperando que eso ocurriera, pero lo cierto es que nada, ni la certeza, lo había preparardo para el momento en el que lo detuvieran por intento de homicidio frustrado.

Cuando lo detuvieron, y muy a su pesar todavía, había tenido que recurrir a Iván, sorpresivamente igual a como había hecho también esa fatídica madrugada en la que Javier había sido atacado. Esperaba que no se le hiciera costumbre, ni que el español pensara que por estos "acercamientos" los dos eran una especie de amigos. Aún desconfiaba de que los sentimientos que el abogado le profesaba a Roberta fueran puramente fraternales, pero desde el juicio había decidido dejar a un lado esas ideas. Independiente de lo que Iván pudiera sentir por la madre de su hijo, el tipo tenía buenas intenciones y había comprobado en la instancia legal que era un buen profesional y un buen amigo de Roberta, en quien podía confiar pese a que no fuera de su agrado.

Iván no había tardado en acudir a su llamado, pero había pasado un día desde que lo vio por última vez y comenzaba a ponerse más nervioso de lo que ya estaba desde que inició este macabro proceso.

Se sentó en la cama de nuevo, sintiendo el pecho oprimido y la conciencia intranquila. Aún no podía creer que Javier estuviera en estado vegetal.

Sin que se lo propusiera, y como había estado haciendo los últimos cuatro días, repasó los hechos en su cabeza, recordando sus errores y cómo pudo haber hecho mejor las cosas esa noche.

La conversación que tuvo con Javier le dejó saber, o más bien le confirmó, que este estaba dispuesto a llegar a las últimas consecuencias en la segunda parte del juicio próximo a llevarse a cabo, si es que no se rendía ante sus deseos.

—¿Tú crees que tienes alguna posibilidad ante mi? —había preguntado Javier, lleno de suficiencia, con una sonrisa petulante curvando sus labios—. Lo que pasó en la primera parte del juicio no tiene comparación con lo que sucederá en la segunda, si no te alejas de Roberta.

—No —mencionó Diego con los puños apretados a cada lado del cuerpo, tan tenso como nunca antes se había sentido en su vida.

—¿No?

El moreno soltó una irónica carcajada mientras negaba con la cabeza.

—Bustamante, vámonos —le había susurrado Emiliano, quien se había mantenido a su lado a cada momento.

—Si, Dieguito, mejor vete. Solo estas perdiendo nuestro tiempo aquí. Vete a tu casa, y juega con tu hijo, aprovéchalo mientras tienes oportunidad.

Sintió la mano del ojiazul sobre su hombro en cuanto dio un paso impulsivo hacia Javier. En ese momento solo quería darle su merecido por todo el mal que les había hecho, por la represalia que había tenido contra Colomba y por los infinitos malos ratos que les había hecho pasar desde que el miserable había aparecido en sus vidas hace diez años. Por sobre todo, quería desmedidamente hacerle daño, matarlo incluso, por hacerle daño a Roberta y a Santiago. Esa era una deuda que sentía que tenía con él desde que vio el miedo en los ojos de la madre de su hijo.

Diego respiró profundo y se removió del tacto de Emiliano. Le dio un vistazo a su amigo, descubriendo algo que no había pensado ante su presencia. Luego volvió a ver a Javier con algo más de confianza.

No me olvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora