Capítulo 31: Feliz a tu lado

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02 de octubre, 2016

Roberta despertó con el pequeño cuerpo de Santi acurrucado a su lado.

Anoche, presa de todas las sensaciones con las que se quedó luego de que Diego se fuera, se había sentido sola, hasta vacía, y sentía que necesitaba estar acompañada. Ciertamente supo que no había mejor compañía que su pequeño hijo, quien, por cursi que sonara, era el fruto del amor que los dos sentían.

Por la noche se había trasladado hasta la habitación de Santiago, se había metido bajo las cobijas de su pequeña cama y lo había abrazado contra su pecho. En ese momento había se acordó cuando su hijo no era más que un recién nacido y, como en aquel tiempo no tenía muchos recursos, no había tenido para comprarle una cuna para que durmiera, por lo que por más de 3 meses él había dormido en la cama con ella. Las primeras noches no dormía nada, pues temía infinitamente que en su sueño pudiera golpearlo, empujarlo, o hasta botarlo de la cama, por lo que solo se dedicaba a mirarlo por horas, a admirar lo hermoso que era, fascinada de que ella hubiese podido dar vida a un ser tan maravilloso. Luego, Carmen, la amorosa madre de Iván, al enterarse de lo que ocurría, no tardó en prestarle la cuna que había sido el nido de todos sus hijos.

Le parecía increíble lo grande que estaba Santiago ahora, pues en un momento pensó que no podría con todo. Aunque siempre hubo gente a su alrededor que la apoyó mucho, por muchos años se sintió sola con su hijo, peleando contra el mundo y contra personas concretas que querían hacerle daño. O que ella creyó que querían hacérselo, ahora sabía que hubo mucho tiempo en el que vivió en el engaño.

Se acordó de lo asustada que estaba siempre. Aunque en Madrid se sentía más independiente y alejada del mal que representaba para ella León Bustamante, siempre se sintió vigilada. Al igual como se sentía ahora, pese a que esta vez era diferente, pues sabía que contaba con el pleno apoyo y protección de toda su familia. Y eso era gracias a Diego.

Sonrió por instinto al recordar lo que había pasado entre los dos ayer. Los besos que habían compartido habían estado tan llenos de promesa y esperanza, que se emocionaba tanto como se asustaba por lo que estaba por venir.

Trataba de ser optimista, sobre todo después de lo que había hablado con Lupita ayer, pero le costaba mucho. La idea de ir tras Diego a Los Ángeles le parecía tan buena como arriesgada. No dudaba que a él le gustaría la sorpresa, aunque una pequeña parte de si misma temía que él pudiera sentirse asfixiado. Él le había pedido que lo esperara, no que fuera con él.

Fuera de eso, lo que realmente le preocupaba, era Javier. No sabía qué tan vigilada la tenía ese maldito, incluso, de ser así, ya se había puesto demasiado en riesgo hace dos noches, cuando había salido con Iván. Si a eso Javier le sumaba un viaje al extranjero con su supuesto amante, tendría todas las de ganar en un tribunal para quitarle a Santiago.

De solo pensar en eso la piel se le enchinaba de pura angustia e inconscientemente decidió resolverla abrazando más fuerte a su hijo contra sí. Al parecer fue demasiado, pues el pequeño se removió un poco, antes de abrir los ojos.

—Hola, mami —le dijo con algo de sorpresa, al tiempo que se sentaba en la cama y se restregaba un ojo con su manito.

—Buenos días, mi bebé —se inclinó hacia adelante y le besó la mejilla.

—¿Dormiste conmigo?

—Sí.

—¿Por qué?

—Porque tuve una pesadilla muy fea y tuve miedo, no quería dormir solita.

Santiago la miró un momento, con sus ojos aún llenos de sueño. Luego se acostó sobre ella, rodeándole el cuello con sus brazos y recostando la cabeza en su pecho.

No me olvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora