Epílogo X

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Frente al espejo, me tomo unos segundos más para ajustar los últimos detalles. El maquillaje profesional ya está en su lugar, pero hay cosas que solo yo puedo hacer a mi manera. El delineado oscuro que enmarca mis ojos, ese que se ha vuelto parte de mi firma, lo hago despacio, disfrutando del ritual. Siento cómo la máscara de pestañas alarga y define cada una, y luego, los labios. Siempre delineo mis labios yo misma, es algo tan personal... Miro mi reflejo, mientras paso los dedos por mi largo cabello rojo intenso, intentando asimilar que esta es la última vez en esta gira que haré esto.

Al otro lado del camerino, escucho las risas de los técnicos de sonido, bromas que resuenan en el bullicio de backstage. Las luces se prenden y apagan a medida que los equipos se alistan, mientras los gritos de los fanáticos se filtran a través de las rendijas. Algunos miembros del equipo pasan corriendo, otros me saludan al pasar, y les devuelvo una sonrisa simpática, aunque por dentro me embarga la nostalgia. Este último concierto marca el cierre de un capítulo, uno que, aunque agotador, ha sido increíblemente significativo.

Cuando al fin creo estar lista, dejo sobre el iluminado tocador mi espejo de mano, el cual he personalizado con brillantes rojos y plateados, y que en su conjunto forman el signo paz y amor, el mismo que está en la hebilla plateada del cinturón negro que complementa mi conjunto del mismo color, un body con mangas aglobadas que viene muy bien con los guantes largos, medias caladas y botas de plataforma que envuelven mis piernas hasta mitad de los muslos.

Me pongo de pie, para ahora ajustar los últimos detalles de mi vestuario. No sé por qué, pero estoy particularmente nerviosa. He hecho este show junto a mis compañeros por cuatro meses, sin descansar, pero hoy todo se siente distinto, o quizás demasiado igual, igual a como se sintió una despedida en un día como hoy, hace quince años. Las circunstancias eran completamente diferentes, yo a penas tenía 23 años en aquel entonces, mi carrera estaba lejos de estar consolidada y dependía de proyectos futuros a los cuales aferrarme para mantenerme arriba. Hoy ya no era esa, tengo todo lo que alguna vez pude querer y la incertidumbre de aquellos años está lejos de ser una preocupación para mi. Sin embargo, el nudo que siento en la garganta y en el estómago, la opresión que tengo en el pecho y el temblor a penas perceptible que remece mis manos, se siente muy similar a ese 2008.

Quizás algo de incertidumbre sí que hay...

—Dulce, ¿me prestas tu blush? El mio se me perdió.

Vi a Christian a través del espejo, parado en el umbral de la puerta y en menos de un segundo, ya estaba a mi lado, registrando entre mis cosas.

Me encantaría decir que esto algo eventual, que él siempre es muy respetuoso con el espacio de los demás, pero lo cierto es que este comportamiento era habitual, y no solo conmigo. Habíamos estado cuatro años juntos en este proyecto, hace casi veinte años, y eso había bastado para que los seis nos tratáramos como hermanos, con todo lo que eso implicaba.

—Tómalo —dije, sin dejar de mirarme, fingiendo que hacía algo con mi vestuario, cuando en realidad solo tocaba la tela.

—¿Te pasa algo? —me preguntó, mientras se maquillaba.

—No.

—¿Segura?

—Solo estoy un poco nerviosa.

—Mmm.

—¿Qué? —cuestioné, mirándolo por fin.

—A otra perra con esa huesa. Tienes algo, pero si no me quieres decir, está bien.

—No es nada, solo...

Me quedé callada, sintiendo como las emociones me embargaban, ¿por qué me ponía tan sensible?, me pregunté, mientras el nudo que tenía en la garganta no aflojaba.

No me olvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora