Capítulo 36: Español Insufrible

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21 de octubre, 2016

—Doctor, dígame qué tiene mi perrito —dijo Roberta con voz acongojada, mientras sostenía a Thor sobre sus piernas.

Santiago miró al cachorro con los ojos entornados y el ceño fruncido, mientras con una mano se acariciaba el mentón. Llevaba unos anteojos redondos de plástico rojo, y que no tenían cristal; descansando sobre la nuca un estetoscopio igualmente de juguete, mientras que encima de la ropa llevaba un delantal blanco.

El pequeño se acercó a su mascota, tomó el estetoscopio, se puso las olivas en los oídos y tomó la campana para moverla a través del cuerpo del animal. Este se movía inquieto, langüeteando la manito de su amo a veces, mientras movía la cola, esperando que este le diera cariño o jugara de forma más directa con él. Santiago solo movía la cabeza de cuando en cuando, como si interpretara lo que escuchaba a través del aparato que manipulaba.

—Lo que pensé —dijo finalmente con misterio, colgando nuevamente el estetoscopio a su cuello.

—¿Qué pasa, doctor?

—Thor tiene fiebre y le duele la pancita.

—¿O sea que tiene gripe?

—Si, eso, gripe. Tiene gripe. Lo vamos a tener que operar.

Roberta apretó los labios para no reír, a cambio frunció el ceño y miró al cachorro sobre sus piernas, lo acarició y luego volvió a ver a Santiago.

—Pero las gripes no se operan, ¿tan grave es?

—Es que es una gripe muy rara —explicó moviendo las manos—. Seguro se la pegó en Estados Unidos.

—¿Y cuándo lo va a operar?

—Indiatamente, es urgente.

—Doctor tiene que curar a Thor, es el perrito de mi hijo y lo quiere mucho.

Dentro de su personaje, Santiago tomó al cachorro entre sus brazos y la miró serio.

—Vamos a hacer lo que se pueda, pero no prometemos nada.

Sin decir más se llevó a su mascota y luego se escondió detrás del sofá donde Roberta estaba sentada.

La pelirroja reprimió una risita y se pasó las manos por la cara, esperando porque su hijo volviera a salir del escondite. Mientras tanto, miró su reloj y comprobó que pronto Diego vendría por él.

Poco rato después, escuchó los enérgicos pasitos de su hijo

—La operación fue un éxito, ¡Thor está curado! —anunció con energía, al tiempo que dejaba al perrito en el suelo.

Roberta ahora no pudo evitar reír al ver al cachorro, quien estaba envuelto con papel higiénico en el torso, como si estas fueran bandas de curación.

—¡Gracias, doctor, por curar a mi perrito!

Sin que Santiago se lo esperara, Roberta se levantó de donde estaba y lo tomó en sus brazos para volver a sentarse con él, mientras le hacía cosquillas con los dedos en su pancita y le llenaba de besos la cara.

Santiago solo reía y le pedía que parara mientras se retorcía entre sus brazos y ella le hizo caso un momento, solo para volver a hacerlo de nuevo, tomándolo por sorpresa.

Cuando pararon de jugar, rieron de nuevo al ver que Thor se había echado en el suelo y con los dientes había roto el papel que lo envolvía, dejando algo de desastre a su alrededor.

—¡Eh, pero qué es este desbarajuste!.

Madre e hijo subieron la mirada hacia el español que recién había llegado y Santiago no tardó en saltar del regazo de su madre.

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