Capítulo 9: El plan de Mabel

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9 de septiembre, 2016

—Dime algo, flaquita.

Colomba, sentada frente a su escritorio vestida con una camiseta blanca y unos shorts casuales, con su cabello castaño y lacio amarrado en una coleta desenfadada, solo pudo mirar en otra dirección, al tiempo que subía los pies a la silla en la que estaba, para abrazar sus rodillas al pecho.

—Es... es que es... Diego, ¿te das cuenta de lo que me estás diciendo?

—Absolutamente.

—¿Tienes un hijo? ¿Con Roberta?

—Sí.

—¿Y ese hijo es el amiguito de tu sobrino?

—Sí.

Nuevamente, su novia se quedó en silencio, como si le estuviera costando muchísimo trabajo procesar esa información.

—Flaca...

—¡Diego, no!... Tú... Es decir, ¿Qué piensas hacer ahora? ¿El niño lo sabe?

—Sí. Lo he visto todos los días esta semana, hemos compartido mucho.

—¿Cuándo te enteraste tú?

—El viernes pasado —confesó con un atisbo de vergüenza.

—¿¡Y recién ahora me lo cuentas!?

—Flaca, yo necesitaba entender todo para poder explicarte bien lo que estaba pasando.

—¡Con razón me ignorabas y cuando por fin me contestaste! ¡Ahhh! ¡No me contaste nada! —reclamó, molesta.

—No te pongas así.

—¿Cómo quieres que me ponga? Me ocultaste esto, que es sumamente importante, y ahora me lo sueltas así como si nada... Es... ¡no puedo con esto!

—¿Tú no puedes con esto? —le reclamó ahora él—. Colomba, yo me entero que tengo un hijo de seis años, a quien no conocía, ¿y tú no puedes con esto?

—No me refiero a eso y lo sabes. Hablo de que me lo ocultaste.

—¡Mierda! ¡No te lo oculté! Solo no estaba preparado para contártelo. Necesitaba procesar la información, entender lo que estaba pasando, compartir con mi hijo...

—Sí, y seguro que con la madre, también —le soltó, sin poder aguantar más.

—No me salgas con eso, Colomba. Roberta no tiene nada que ver en esto.

—¿¡No tiene nada que ver!? ¡Diego, no me quieras ver la cara de estúpida! ¡Roberta es la mamá de tu hijo!, ¿me vas a decir que eso no significa nada para ti?

—Por supuesto que significa, pero no de la forma que tú crees.

—Ah, ¿y qué forma creo yo?

Diego respiró profundo, tratando de calmarse.

—Entre Roberta y yo no pasa nada, estamos igual a como estábamos hace dos semanas atrás. Créeme, flaquita.

Colomba lo miró a través de la cámara, con sus preciosos ojos verdes centellando por la luz de la computadora.

—Te creo, pero no puedes decirme que las cosas entre ustedes están igual que hace dos semanas... ¡Tienen un hijo, por Dios!

—Ok, tu ganas, es la mamá de mi hijo. Es alguien importante, pero solo por eso. No veas cosas donde no las hay.

Diego vio a su novia poner ambos brazos sobre el escritorio y apoyar en ellos su mentón, mientras no dejaba de ver a la cámara.

—Tengo miedo, Diego. Sé lo que Roberta, así solita ella, significó en tu vida. Ahora que tienes un hijo con ella...

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