Capitulo 54: Siempre he estado aquí

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12 de noviembre, 2016

—¡Mami, mami! ¡Esta ha sido la mejor semana!

Roberta se rió contenta ante la animada voz de Santiago. Su hijo siempre era enérgico y muy alegre, pero notaba que esta experiencia en la hacienda de Damián Montemayor, el novio de Mabel, le estaba gustando mucho más de lo que esperó.

Con un dedo acaricio la pantalla de su celular, a través de la cual estaba viendo a su pequeño hombrecito, como si con ello pudiera acariciar al niño en ese gesto que le era tan familiar. Lo extrañaba enormemente y el corazón se le estrujaba cada día que pasaba alejada de él, pero en el fondo sabía que el que Santi estuviera lejos de todo, era lo mejor. Allá donde estaba se divertía mucho, eso le decía todas las tardes cuando hacía videollamada con él, y además se mantenía lejos de todo el alboroto que ocurría en Ciudad de México, luego del ataque que Javier había recibido.

Ella ni siquiera había estado leyendo el diario en estos días, menos había visto las noticias, pues su padre le había aconsejado que no lo hiciera, en pleno conocimiento de que la bomba de Javier había estallado.

Agitó la cabeza levemente y alzó las cejas para su hijo.

—Cuéntame todo

—¡Hoy fue increíble! —chilló el niño, entusiasmado—. En la mañana fuimos a recoger huevos frescos de gallinas, y yo saqué 4. Después fuimos a la cocina y los cocinamos y después fuimos a ver a los caballos de nuevo. ¡Me encantan los caballos!

Roberta volvió a reír ante la alegría de Santiago

—¡Son tan bonitos! Damián me dejó acariciarlos y darle zanahorias, me dijo que cuando fuera más grande me enseñaría a montar si tú y mi papá me dejaban, ¿me dejarás, mami?

Ella puso el dedo índice sobre sus labios apretados mientras emitía un ruido entre ellos, al tiempo que entornaba sus ojos simulando pensar.

—Si te portas bien, puede ser.

—Me voy a portar muy bien, mami, lo prometo. ¿Sabes? A Thor también le gusta mucho estar aquí. Mi abuelita Mabel y yo nos reímos mucho viéndolo perseguir a los pájaros.

—Me encanta verte tan contento, bebé.

—Si, me gusta estar aquí, pero te echo mucho de menos y a mi papá también. También a mi tía Mia y a Max, y mi colegio.

Roberta sonrió enternecida.

—Yo también te extraño mucho, mi amor, pero ya queda menos para que estemos juntos de nuevo y todo vuelva a la normalidad.

Santiago se distrajo con algo que pasó en la casa en la que estaba y ella se aclaró la garganta para llamar su atención. También porque esa era una muestra de su leve nerviosismo respecto a lo que preguntaría.

—Santi, ¿has hablado con tu papá?

—Sí.

—¿Hoy?

—Sí, en la mañana.

Una sonrisa débil se formó en los labios de la pelirroja, pero se obligó a entregarle ese gesto a Santiago.

¿Era normal tener celos de su hijo?, se preguntó por un instante. Obviamente no culpaba al pequeño de nada, menos se enojaba con él. Le gustaba mucho que Diego cumpliera con la promesa que le había hecho a Santi de siempre estar en contacto, pero no podía evitar molestarle que no hiciera lo mismo con ella. Le molestaba que la dejara apartada de lo que fuera que estaba pasando con él en este momento. ¿Por qué hacía eso? ¿Por qué la aislaba de esa forma?

No me olvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora