Capítulo 24: Confusiones

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26 de septiembre, 2016

El semáforo cambio a luz amarilla y en segundos calculó que no alcanzaría a cruzar la calle, aunque pisara más el acelerador. Con frustración, golpeó su muslo con la mano derecha cuando el auto se detuvo y su mirada voló hasta su mano izquierda, la cual tenía los nudillos blancos por lo duro que estaba sujetando el volante.

Respiró hondo, en un vano intento por relajarse. Estaba muy acelerado, el corazón le bombeaba con fuerza y rapidez, el estómago lo tenía hecho un nudo y hasta podía sentir un leve temblor en su cuerpo. Podía ser la falta de sueño, el exceso de cafeína, o simplemente el conocimiento de que su vida estaba tan de cabeza, que se sentía inseguro hasta de su propia sombra.

El regreso de Colomba y la conversación que había tenido con ella lo había dejado más confundido que nunca en su vida y sencillamente no sabía qué hacer.

El día de ayer habían hablado por horas. Conversaron, rieron y lloraron juntos por la relación que habían mantenido y que no sabían si podrían seguir teniendo. Él trató de ser lo más sincero que pudo con ella, le habló con el corazón en la mano sobre los sentimientos que tenía hacia Roberta, los cuales habían despertado con solo volver a verla en su vuelta a México. Y Colomba, cada vez, se había asegurado de cuestionar dichos sentires, revistiéndolos de contextualidad, poniendo la crisis sobre la mesa, el impacto de las noticias que había recibido desde que puso un pie en México, la muerte de su padre, el descubrimiento de su hijo, el reencuentro con sus amigos, lo que pasaba con Javier también, pues a él no le había quedado más remedio que contarle todo a la que aún seguía siendo su prometida.

Se tomó todo el tiempo del mundo para contarle todo lo que Roberta le había dicho sobre esa parte de la historia de los dos, que él había desconocido por tantos años y por la cual había tomado tan malas decisiones.

Aunque se mostró impresionada, Colomba no cambió de parecer y continuó en una batalla argumentativa. Para su novia, lo que él sentía por Roberta, y posiblemente lo que ella sentía por él, era una ilusión, una añoranza por ese amor que no pudieron tener y al que él se aferraba por lo injusto que había sido la vida con los dos. Pero que era un amor adolescente, sin fundamentos, al menos no los fuertes que, según ella, tenía el compromiso que tenían los dos.

Tanto argumentó, que llegó el momento en el que Diego tuvo que salir de su departamento, pues hasta llegó a sentirse mareado por la voz de Colomba.

Pese a que le había dicho a Roberta que no iría a ver a Santi, fue a buscar a su hijo a la casa de Alma y Franco y salió a pasear con él toda la tarde, tratando de amortiguar sus pensamientos y las ideas enmarañadas que estaban incrustadas en su cabeza.

Ni cuando fue a buscar al niño, ni cuando lo fue a dejar, vio a la pelirroja. Una parte de él lo agradeció, ya que no quería atormentarse más.

Después se quedó hasta altas horas de la noche vagando por la ciudad en su auto, pensando, pensando y volviendo a pensar sin concluir absolutamente nada.

Él sabía lo que Roberta le hacía sentir, era lo mismo que le había provocado siempre. Cuando la veía, el mundo se detenía en su tiempo normal un momento, solo para acelerarse tanto como lo hacía su corazón cuando sabía que estaba frente a ella. Roberta lo iluminaba todo con su presencia, lo llenaba todo de vida, aún con esta nueva, y posiblemente transitoria, personalidad más reservada. Roberta siempre había sido todo para él. Pero ahora no podía evitar preguntarse si tal vez Colomba tuviera razón.

Muchas veces se había dicho a sí mismo que el amor que le tenía a Roberta era un amor idealizado, los dos habían pasado por mucho juntos siendo muy jóvenes. ¿Puede que eso haya logrado que los dos se engañaran con un amor que no ya no era real, si no producto de un pasado vil?. No lo sabía. No lo supo en sus merodeos automovilísticos, tampoco cuando llegó de madrugada a su departamento y se metió bajo las cobijas al lado de su novia, quien dormía profundamente a su lado. No lo supo mientras dio ahí mil y una vueltas, y tampoco cuando salió tempranísimo para evitar a todo el mundo.

No me olvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora