Capítulo 39: Sorpresas

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27 de octubre, 2016

Roberta se pasó ambas manos por el rostro, con pesar, al ver la montaña de utensilios sucios que había por toda su cocina. Dio un paso hacia el horno y se agachó para cerciorarse de que todo estuviera bien allá adentro, y se alegró de ver que el pollo al limón que estaba preparando pareciera estar en buenas condiciones. Levantó la tapa de una de las ollas y se enorgulleció del buen aspecto que tenían las verduras al vapor, así como del arroz que estaba en otra de las cacerolas.

Desde que había vuelto a México, no le había tocado volver a cocinar y temía que ahora todo resultara en desastre. No es que se le diera mal, en España le había tocado aprender a la fuerza al estar sola y al tener a Santi con ella. Carmen, la madre de Iván, se había tomado todo el tiempo del mundo para enseñarle y ella había puesto todo de sí para aprender. Luego se había casado con Javier y todo el servicio que él había puesto a su disposición no le había dado de nuevo la oportunidad de cocinar, de igual forma cuando había vuelto a la casa de su madre. Pero ahora estaba sola con Santiago de nuevo y, desde que se habían mudado al nuevo departamento, ya había abusado demasiado de la comida preparada. Tampoco quería que Santi se acostumbrara a la comida chatarra.

Hoy la ocasión era especial, había invitado a Diego a almorzar y quería que todo saliera perfecto. Él ya la había visitado antes en su nuevo hogar, incluso la había ayudado a mudarse y había ido un par de veces para ver a Santi, pero era la primera vez que lo invitaba a comer.

Obviamente lo hacía porque lo amaba y quería pasar tiempo con él, pero la razón de fondo era algo más profunda. Hoy le explicarían a Santi lo que estaba por venir. Con el juicio a una semana de comenzar, era más que necesario que su pequeño supiera lo que estaba pasando, por qué ya no vivían con Javier y por qué, si todo salía bien, su apellido cambiaría.

Que hicieran esto era algo que tenían pendiente desde hace tiempo, pero también fue una recomendación de Iván. Por mucho pesar de Diego, habían tenido una larga reunión con el español y con José Fernando Cisneros, el joven abogado que finalmente sería el que revestiría de legalidad los movimientos de Iván. En esas reuniones, su mejor amigo les había explicado la estrategia de defensa que había llevado a cabo y todo lo que posiblemente se desarrollaría en el proceso, ahí había sido cuando les aconsejó que hablaran con Santiago, ya que era un hecho que algún profesional especializado lo evaluaría para fines del caso. A ellos, por otra parte, les había aconsejado que dejaran de esconderse. Para él no era un secreto que estaban juntos de nuevo y, aunque entendía que quisieran ser reservados con su relación, les recomendó no ocultarse más, pues con las pruebas que tenía Javier contra ellos, era una estupidez negar que entre los dos había algo. Iván intentaría dirigir la defensa en base a lo mal que Javier había desempeñado su rol de pareja y lo nulo que era en realidad el matrimonio, ya que este nunca se había consumado, más que en defender lo indefendible.

Estaba un poco nerviosa por la conversación que tendrían con su hijo, más que nada porque aún no sabía muy bien como comenzar a explicarle todo, pero confiaba en que entre los dos encontrarían las palabras adecuadas.

Dejando su sentir un poco de lado, miró la hora antes de comenzar a limpiar el caos que había dejado en la cocina. Frunció el ceño al darse cuenta de que ya era bastante tarde, aunque Diego le dijo que luego de recoger a Santi en el colegio debía ir a buscar algo, le parecía raro que le tomara tanto tiempo.

Impaciente tomó su celular y lo llamó.

—¡Hola mami! —le contestó Santiago al cuarto tono. La alegre voz de su hijo la hizo sonreír.

—Hola mi amor, ¿dónde están?

—Papá dice que iremos pronto.

—Ok pero, ¿qué están haciendo?

No me olvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora