5 de septiembre, 2016
Diego salió del baño con el que contaba su habitación, luego de ducharse. Sujetó la toalla que rodeaba su cadera y se sentó en la cama. Soltó el aire abatido, aún sin poder creer que su vida hubiese cambiado en 180 grados en tan solo tres días.
Pensó en Santiago, su hijo. ¡Dios mío! ¡Su hijo!.Sonrió sin poderlo evitar, pues ese niño era lo mejor que había creado en su vida. Era hermoso, inteligente, despierto y lleno de energía. Ansiaba conocerlo más, pasar tiempo con él, que él lo conociera, recuperar el tiempo perdido.
Negó con la cabeza, abatido, con tantas emociones recorriéndole el cuerpo que a penas y podía ser consciente de todas. Seis años perdidos, reflexionó, seis años que no lo hubiesen sido si Roberta no se lo hubiese ocultado. Estaba tan molesto con ella, que sentía rabia con tan solo su recuerdo. No podía pensar en un buen motivo que ella pudiese haber tenido para ocultárselo. Comprendía que ella no lo amara a él, o que no lo amara lo suficiente, como alguna vez le dijo, pero ocultarle un hijo, eso le parecía demasiado.
Desvió la vista a su teléfono, el cual descansaba en la mesita de noche, pues había comenzado a vibrar desesperado, anunciando una llamada entrante. Cuando vio que era Colomba chasqueó la lengua. No se sentía con ánimos de hablar con ella. Desde que se había enterado de que Santi era su hijo, había estado evitando a su prometida, sencillamente porque estaba demasiado confundido con su nueva realidad como para poder, siquiera tratar de explicarle a ella.
Desvió la llamada y minutos después un mensaje de texto entró.
Colomba ❤️
09:00 AM
¿Mi amor, está todo bien?Diego
09:01 AM
Sí, solo no puedo hablar ahora. Yo te llamo luego.Colomba ❤️
09:01 AM
Ok. Te amo.Tiró el celular a la cama y como si se hubiese sentido despreciado, este volvió a vibrar. Lo tomó y la rabia que sentía en su interior se elevó al mil por ciento al ver que la pantalla mostraba que era su mamá quien buscaba comunicarse con él.
Bufó con una irónica sonrisa, mientras miraba al techo. Su madre, su propia madre lo había traicionado, al igual que todo los demás que habían estado ese día en el cumpleaños de Franco, a quienes alguna vez llamó amigos. Todos y cada uno sabían de que él tenía un hijo y ninguno tuvo la decencia de dejárselo saber. Lo hubiese podido esperar de Alma, Franco, también de Teo y de Jose Lujan, incluso a Miguel podía entenderlo un poquito, pues todos ellos eran más cercanos a Roberta. Pero Mia, quien era su amiga desde que tenían cinco años, a ella no se lo iba perdonar nunca, tampoco a su madre.
Aún recordaba la sensación que le había recorrido la espina dorsal cuando, luego de que Santiago se familiarizara con la idea de que él era su padre de verdad, algo de lo que estaría agradecido de Alma por el resto de su vida, su madre había llegado alertada por Vanessa, pues su cuñada lo había visto demasiado nervioso.
En cuanto vio a su madre llegar a la casa de los Colucci, nerviosa, supo que ella lo sabía todo y ese conocimiento lo sintió igual que un puñal en la espalda.
—¿Tú sabías? —le preguntó con lágrimas en los ojos, mismas que su madre ya tenía regadas por sus mejillas.
Mabel no pudo hablar, razón por la cual solo asintió con la cabeza.
—Santi, ¿quieres ir a jugar conmigo a mi cuarto? —escuchó que Mia le decía a su hijo.
—No, quiero quedarme con mi papá.
Segundos después lo sintió abrazado a su pierna. Volvió a limpiarse las lágrimas con ambas manos y lo tomó de un bracito para que se apartara un poco y tener el espacio para arrodillarse frente a él.
ESTÁS LEYENDO
No me olvides
Storie d'amoreDiego y Roberta juraron amarse para siempre, sin embargo la vida y sus peripecias no se los permitió. Cada uno tomó su camino, sin saber que eran parte de un círculo que los volvería a encontrar de frente. Hoy, ambos deben enfrentar los demonios de...