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Segunda Parte

─¡Ayuda!─ gritaba Samuel desesperadamente─. ¡Ayuda!─ una y otra vez─ ¡por dios alguien que me ayude!─. Sentía pasos apresurados detrás de él, pero temía voltearse, estaba en pánico. Tropezó con una roca y cayó apoyado de sus manos y rodillas─. ¡Mierda!─ miró hacia atrás, ya no había nadie. Se puso de pie y una mano cubrió su boca─. ¡Ayu...─ la presión de la extremidad ahogó el grito.

─Shh, Samuel soy yo─. El jóven reconoció la voz.

─¿Martín?─ se volteó para verlo mejor, al comprobar que era él lo abrazó fuertemente─. Martín tengo tanto miedo, me...─ su voz se entrecortó─ trataron de matarme.

─¡¿Qué?!─ lo observó con estupor. Analizando sus palabras.

─Me...─ tomó aire, agarrando fuerzas─ me dispararon, lanzaron una flecha pero no me dió─. La herida en su rostro comenzó a sangrar.

─¡Dios mío!─ dijo al darse cuenta de la cortada y comprobar la veracidad de sus temblorosas palabras─. Vámonos de aquí, es peligroso, regresemos al campamento.

Mientras se iban una mano con guantes de cuero y que al parecer sostenía un arco los apuntó, pero ya iban demasiado lejos.

.

─¿Aquí no nos verán?.

─No─ tranquilizó un jadeante Omar, y eso que aún no comenzaban a desnudarse.

Eso no duró mucho, en pocos minutos el proceso de la noche anterior se repitió, allí estaban, jadeando, deseándose con intensidad, dándose el mejor sexo oral de sus vidas, follando a niveles extraordinarios, sin duda Marina era toda una experta en el campo, y lo aprovechaba para enseñar a Omar, guiarlo por ese camino de lujuria desenfrenada. Omar la colocó debajo de él, ahí, mirándose, gimiendo como verdaderos locos la penetró tan fuerte que el ruido de sobresalto por parte de ella ya que la tomó desprevenida se escuchó estrepitosamente por todos los alrededores.

─Omar─ gemía su nombre.

─Eso me gusta─ dilo otra vez.

Pero no se encontraban solos en ese recóndito lugar, desde lejos, un diferente Manuel los observaba, pero no el de siempre, sino más sádico, más perverso, se masturbaba mientras los veía teniendo sexo.

Cuando bajaban por la ladera de la montaña, aún todos en silencio, un silencio de ultratumba, sepulcral, Viki estaba abrazada de Rey, aferrada a él como si sintiera que eso pudiera cambiar lo ocurrido, se sentía a salvo en su caluroso pecho.
Paula parecía absorta en sus pensamientos, completamente ida del mundo, jamás se le borraría de la cabeza esa imagen de Pablo, completamente sin piel en el rostro, ese olor putrefacto tan horrible, definitivamente su frágil mente jamás procesaría por completo esa escena. Betty trataba de mantener la cordura, cosa que de por si ya era muy difícil en ese lugar. Alma ya no sabía ni que pensar ni que decir, ese dolor punzante en el pecho que no se le quitaba, esa angustia tan terrible.

─¿Ese es un hombre?─ le preguntó a Gui pero este pareció no oírla. Definitivamente, un hombre se les acercaba, no era un estudiante, no era un profesor conocido, entonces ¿quién era ese extraño?. La cosa empeoró cuado divisó algo aterrador, el desconocido portaba un arma, un hacha─. ¡Teresa!, ¡ese hombre está armado!─ nadie la escuchó y el desconocido se acercaba cada vez más. Dejó de respirar cuando notó a el asesino frente a sus ojos, esos iris azules tan bellos y embelezadores que le revolvían el estómago por alguna extraña razón.

─Hola Alma─. Su voz sonaba familiar, pero a la vez aterradora. Alma miró hacia los costados, pero sus amigos e incluso Gui habían desaparecido.

─¿Qué quieres?─ no supo de donde sacó las fuerzas para encararlo.

Lobo de Montaña (libros 1 & 2)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora