25| La vida patas arriba

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VALENTINA

No se si no tener compañía ha sido una buena decisión. Creía que quería estar sola, pero no. Quería estar sola, pero con alguien. Hoy no me apetecía pasármelo bien, me apetecía tener a alguien a mi lado, en silencio. Pensaba que dormir me vendría bien, pero no ha solucionado nada, cuando me levanto sigo con el mismo nudo en el pecho y con la misma debilidad que hace unas horas. Me preparo un bol de frutas a modo de comida y estoy apoyada en la isla de la cocina cuando el timbre de casa suena. Cojo el bol y camino hacia la puerta, miro por la mirilla y abro la puerta.

—¿Hola? —le miro a los ojos mientras me meto un trozo de fresa en la boca evitando ahogarme con mis propias palabras.

—Hola, Valen. —su tono de voz vuelve a ser tranquilo, ya no está cabreado y si lo está, no se le nota.

—¿Quieres algo? Estoy comiendo. —alza una ceja y suspira. Se debate en si irse por donde ha venido o quedarse. Hace un esfuerzo por no huir. Otra vez.

—¿Fruta?

—¿Algún problema?

—Muchos, pero con tu fruta ninguno.

—Perfecto, ya te puedes ir.

—Valentina. —otra vez mi nombre entre sus labios. Respiro hondo y me meto otra pieza de fruta en la boca mientras le indico que puede seguir hablando. —¿Necesitas hablar?

¿Necesito hablar? No.

¿Quiero que se vaya? Tampoco.

¿Me ha sorprendido? Mentiría si dijese que no.

—¿Porque iba a necesitarlo?

—Llevas todo el día desaparecida, pensábamos que después de comer te animarías y vendrías.

—Ya, es que yo he dicho que hoy no iría.

—¿Y porque hoy no?

—Porque me apetece estar sola. —sería un puñetazo a mi orgullo admitir lo contrario.

—¿Osea, que te estoy molestando?

—Mas o menos, si.

Cuando me lo propongo soy un amor.

Cierro los ojos durante unos segundos para relajarme. Al menos para ser capaz de hablarle bien. No creo que se merezca esto.

—Puedo irme si estas mas cómoda. —y lo pienso. No se si lo mejor seria que se fuese, quedarme sola de nuevo. Solucionar lo que sea que me pase. Dormir. Deshacer el nudo.

—Puedes entrar. —me aparto de la puerta y el se lo piensa unos segundos antes de asentir y pasar. Cierro tras el y camino hasta dejar el bol en la isla de la cocina. —Sígueme.

—A las ordenes mi sargento.

—¿Tu no estabas enfadado? —giro levemente el cuello para verle. Sonríe.

—Dos personas enfadadas en una habitación no hacen nada.

—¿Pretendes hacer algo?

—Hombre... —sus manos se posan en mi espalda mientras subimos las escaleras y un escalofrío me recorre de pies a cabeza. Seguidamente y sin esperármelo ya estoy mirando hacia abajo y con sus dedos haciéndome cosquillas sobre mis costillas. Me rio a carcajadas y le pego puñetazos para conseguir que pare. No lo hace. Me tira a la cama y seguidamente se tira encima de mi. Nuestros pechos se pegan a cada bocanada de aire que cogemos, agitados. La sonrisa no desaparece de mi rostro y tampoco lo hace cuando nuestras respiraciones se calman y sus brazos me rodean el cuerpo, abrazándome. Pega su cara a mi cuello y su respiración me provoca un escalofrío.

De todas las cosas que me imaginaba que haría hoy esta no entraba en mis planes. Pero no me disgusta. Cuando quiero darme cuenta el nudo en el pecho se ha destensado bastante en comparación a esta mañana. No se que tendrá este chico o si será por el, pero mi pecho y mi cabeza se lo agradecen. Nuestras respiraciones se vuelven normales al pasar unos minutos y es el quien habla.

—¿Que te pensabas que te iba a decir pervertida? —su barba de días me cosquillea el cuello y poso mis manos en su espalda.

Hay veces que un abrazo es la solución a muchas cosas.

Al ver que no respondo, habla de nuevo.

—Valen. —emito un sonido para que sepa que le estoy escuchando y cuando coge aire y se aparta de mi cuello para mirarme a los ojos siento frio. Estoy apunto de agarrar su camiseta y obligarle a tumbarse de nuevo sobre mi, pero no lo hago. Sam se sienta con la espalda pegada en la pared y yo le imito poniéndome delante de el. —Siento lo de antes y lo de ayer. No lo hice bien.

—En eso estamos de acuerdo. —lo digo con animo de que al menos sonría, pero lo único que obtengo es una sonrisa parecida mas a una mueca.

—Lo de la chica...—aprieta los labios y hace un esfuerzo para no desviar la mirada hacia otro punto de la habitación que no sean mis ojos.

—No me tienes que dar ninguna explicación, Sam. No me debes nada.

—Quiero hacerlo. —asiento y cuando empieza a jugar nervioso con sus manos tengo el impulso de posar las mías sobre las suyas para que deje de hacerlo, pero tengo que dejarlo ser y sentir como el quiera en el momento que quiera. —No me justifico. Realmente no se si estuvo bien o mal lo que hice, tenia tanta rabia dentro que debía sacarla de alguna manera y hice lo que siempre he hecho. No me gusta que puedas saber tanto de mi sin ni siquiera abrir la boca. Me da miedo que tengas una respuesta para todo aquello a lo que yo no la tengo. Necesito sentir que las riendas de mi vida las vuelvo a tener yo.

—¿Sientes que no las tienes?

—Cuando estoy a tu lado no. Conoces partes de mi que ni yo mismo sabia que existían. Estar a tu lado me hace tener la vida patas arriba.

Ya no nos queda tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora