SAM
Valentina tiene razón. No soy así, pero ya lo tengo asimilado. Y lo que menos me duele es lo que la gente pueda llegar a pensar de mi. Me duele por mi, porque ya no me veo capaz de poder solo. De cambiar por mi mismo. Cuando escuché a Valentina defenderme ante las chicas una parte de mi sonrió. El Sam de antes, el de ahora ni se inmutó. No quiero que me defienda porque de hacerlo solo voy a conseguir decepcionarla.
Estar con ella me hace sonreír. Su presencia me tranquiliza. Me hace estar seguro. Me gusta la sensación de mis dedos rozando su piel. De su cuerpo reaccionando ante mi contacto. Su boca regalándome una sonrisa. Tiene algo que me hace querer estar con ella. Me transmite tranquilidad y energía a partes iguales y me emociona saber que todavía queda algo de mi. Han pasado tres días desde que estuvimos en la playa y le respondí como si ella se mereciera eso. Tres días desde que me baje de su coche sin ni siquiera mirarle a la cara. Diría que me arrepiento de haberlo hecho — y aunque una parte de mi lo haga— pero no lo hago, porque mi otra parte solo pretende alejarla de mi.
Cuando salgo de casa ya es de noche y camino hasta sentarme en el banco del parque en el que estuvimos el otro día. Cojo aire mirando al frente y me ausento de mi vida. O eso intento hasta que escucho unos pasos no muy lejos. Giro la cabeza y cuando mis ojos conectan con los suyos mi corazón sonríe.
—No esperaba encontrarte hoy también, lo siento. —me dedica una sonrisa de boca cerrada y enseguida se da la espalda para volver por donde ha venido.
—Puedes quedarte. —se da la vuelta con la misma sonrisa y niega con la cabeza.
—Puedo venir en otro momento.
—No me molestas. —coge aire pero niega de nuevo con la cabeza.
—Gracias de todas maneras. —y no le doy tiempo a que me de la espalda.
—¿Es por lo del otro día? —se acerca mas a mi y cruza los brazos en su pecho.
—Aunque si que me afectó, intenté entenderlo. Ademas, estabas muy tenso sabia que en cualquier momento eso iba a salir por alguna parte. —se sienta en el banco y me mira.
—Soy así.
—Eso no justifica nada.
—Lo sé.
—¿Sabes Sam? Se que no me has pedido ayuda, pero creo que la necesitas. Y tu también lo sabes.
—No quiero tener que pedirle ayuda a nadie.
—Hacerlo no te hace más débil. —no digo nada, los dos nos miramos pero nos quedamos en silencio. Cojo aire y aunque no se porque lo hago, hablo.
—¿Porque crees que la necesito?
—He estado en una situación similar en cuanto no querer que nadie me defienda. No es fácil aceptar que alguien te defienda cuando tu mismo sabes que no hay nada bueno dentro de ti. Se lo que cuesta pedir ayuda, pero es mucho mejor hacerlo en cuanto te das cuenta porque llegará un momento en el que quizás, es demasiado tarde.
—No somos la misma persona.
—Eso no te excusa de nada. —no digo nada mas. Su brazo desnudo roza el mio y nuestras respiraciones se sincronizan. Pasa bastante rato hasta que hablo de nuevo.
—¿A que lugar irías ahora mismo si pudieras?
—¿País o sitio, en plan museo o algo así?
—Las dos.
—País, Islandia. Lugar, el Oasis Immersion, en Canadá. —la miro de nuevo y ella sonríe levemente.
—¿Qué es eso ultimo?
—Es como una galería de arte, pero en vez de estar representada con cuadros es como en dimensiones enormes que van del techo al suelo y están en movimiento. Es difícil de explicar, pero es alucinante. Podría haber entrado hace unos años, pero mi hermano dijo que no quería y tuvimos que irnos. —pone cara de asco y hago un esfuerzo por no sonreír.
—¿Tienes un hermano?
—Oliver. Es mi mellizo. ¿Tú tienes hermanos?
—Hijo único.
—Que suerte la tuya. —suelto una risa y niego con la cabeza.
—¿Islandia porque?
—Por las auroras boreales.
—Yo vi una vez. —sus ojos se iluminan de inmediato y se sienta con las piernas cruzadas en el banco en mi dirección. Nuestros brazos ya no se tocan.
—Dime que tienes fotos.
—Siento defraudarte. —abre los ojos con sorpresa y niega con la cabeza como si hubiese cometido el mayor error de mi vida.
—¿Y tú? ¿Cuál es el lugar al que irías ahora mismo si pudieras?
—París.
—¿Has visto una aurora boreal y no has ido a París? —sonríe mas, si es que es posible y niego con la cabeza.
—He tenido la suerte de viajar mucho con mi abuelo y con... —y de repente parece que me ahogo con mi propia saliva. Me quedo en silencio y es ella quien habla de nuevo.
—¿Has ido a Italia?
—Si. —la sonrisa se ha esfumado de mi cara y el tono serio ha vuelto a mi, pero no se me pasa por alto que ha decidido ignorar mi cambio de humor.
—Creo que es una de las ciudades mas bonitas. —ella asiente dando énfasis a su respuesta y mis labios se elevan de nuevo en una pequeña sonrisa.
—¿Crees? ¿Cuáles son las otras?
—Praga está en el primer puesto. Italia en el segundo, los demás van todos juntos. Creo que no tengo criterio cuando se trata de lugares del mundo, todo me parece bonito. —sus mejillas se tornar rojas. —Aveces hablo mucho.
—Me gust-. —no acabo la frase, pero su sonrisa se acentúa y deja de mirarme para mirar al frente. Ya no me mira, pero yo a ella si.
—¿Cual es tu país favorito? —vuelve a mirarme. Es ella quien habla.
—Noruega, sin duda alguna.
—No he ido nunca.
—Si algún día me aguantas tanto como para dejar que me quede en tu vida me comprometo a llevarte.—su cara se ilumina y le dedico una sonrisa sincera. Valentina es como una caricia al alma y sería capaz de llevarla a todos los sitios que me pida con tal de que la ilusión que reflejan sus ojos en este momento se quedase para siempre.
Esta rubia de ojos azules me está haciendo perder el rumbo.
ESTÁS LEYENDO
Ya no nos queda tiempo
Storie d'amoreValentina no tiene miedo de empezar su vida de cero. Hace pocos años que dejó el miedo a un lado y decidió quererse ante todas y cada una de las situaciones. Lo que no tenia planeado era conocer a Sam Walker en el viaje de camino a Los Ángeles. Sam...