16| Muchos finales

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VALENTINA

Sea quien sea que está al otro lado de la puerta es muy impaciente porque no deja de tocar el timbre como si el dedo se le hubiese quedado pegado en este. Es sábado por la mañana y supongo que mamá y papá se habrán ido a pasar el dia fuera y Oliver mas de lo mismo. Con toda la rabia que cabe en mi, bajo las escaleras casi de dos en dos y m paso las manos por la cara antes de abrir la puerta. Abro los ojos de par en par y me subo encima de Ethan que me rodea con sus brazos enseguida.

—No me dijiste que vendrías. —las lagrimas caen por mis mejillas y aprieto mis brazos sobre su cuello. Aspiro su colonia y siento que nada de las ultimas semanas a pasado. Que Ethan y yo nos seguimos viendo todos los días y que yo sigo viviendo en Australia.

—¡Sorpresa! —me rio entre lagrimas y el cierra la puerta tras su espalda. Sus brazos se aprietan sobre mi cuerpo y siento que nunca voy a necesitar a nadie mas que a el para poder seguir adelante. —¿Tu habitación está arriba? —asiento sin despegarme de su cuello y el empieza a caminar escaleras arriba mientras me sujeta con un brazo y con el otro carga la maleta. Podría ayudarle, pero no es una opción en este momento. Al menos hasta que me obliga a bajar una vez en mi habitación. Sonríe cogiéndome la cara con las manos y cuando sus ojos marrones conectan con los míos deseo volver a hace unos meses donde solo existíamos el y yo, juntos, sin distancia.

Ethan es una de las personas mas buenas que he conocido y que voy a conocer en mi vida. Ha sido mi apoyo y mi sustento durante años. Ethan ha sido la única persona que me ha visto crecer al igual que yo lo he hecho con el. Ethan es ese pilar fundamental que todo el mundo necesita en su vida.

Minutos después está colocando su ropa en mi vestidor y yo le miro apoyada en el marco de la puerta. Parece que ha traído ropa para quedarse a vivir asi que me rio cuando bufa al coger la quinta camiseta de la maleta.

—Parece que te mudas. —me fulmina con la mirada y mi sonrisa se amplia a modo de respuesta. No dice nada mas y cuando pasan unos minutos en los que solo hemos desecho la mitad de la maleta es el quien habla.

—¿Sabes algo de ella?

—Hace días que no le llegan los mensajes ni las llamadas, habrá apagado el móvil. —asiente levemente y no hablamos hasta acabar de colocar la maleta. Se tira boca abajo en la cama y me acerco a las persianas para bajarlas. —Duerme un rato, iré a por el desayuno y después iremos a la playa. Hoy te presentaré a las chicas.

—Déjate de chicas, yo quiero conocer al buenorro del avión.

—No creo que hoy puedas conocer a Sam, pero otro día. —se gira de una manera tan rápida que me asusto. Su sonrisa se amplia por completo y hace un movimiento de cejas sin apartar la mirada de la mia.

—¿Sam?

—Los Ángeles no es tan grande.

—Tina. —no se si suena a advertencia o a broma, pero sea lo que sea, le ignoro por completo y le doy la espalda para ponerme las zapatillas.

—En una hora estoy aquí, duerme.

—No me vas a dejar así. Me lo tienes que contar todo.

—No hay nada que contar, Ethan. —le mando un beso desde la distancia y mientras escucho como me imita bajo las escaleras de casa y salgo de esta tras coger las llaves de mi coche. Siento que Ethan aveces es peor que una mujer cuando se trata de contar algo que es interesante. Pocos minutos después aparco enfrente de una de las mejores pastelerías de la zona y pido todo lo que veo que le gusta a Ethan. En el camino de vuelta a casa marco el teléfono de Kaela y lo coge enseguida.

—¿Quien se está muriendo? —pongo la mano en el fuego por decir que no se ha fijado ni en quien la está llamando. Me rio y ella bufa tras la pantalla.

Ya no nos queda tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora