VALENTINA
El olor a gel inunda la habitación. Alargo la mano para comprobar que Sam está conmigo, pero está vacío. Me obligo a abrir los ojos y en cuanto lo hago un hombre moreno de casi dos metros con mechones mojados cayendo por su frente y una toalla enredada en su cintura me recibe saliendo del cuarto de baño. Estos son los buenos días que se merece cualquier persona en este maravilloso mundo.
—Buenos días, ojos azules. —aprovecho que se inclina para pegar sus labios a los mios y lo tiro encima de mi. No me juzgues, tu tampoco podrías con sus encantos. Le estrecho entre mis brazos y el se rie contra estos.
—¿Porque te has duchado solo?
—Se te veia profundamente dormida, no queria interrumpir.
—Sam Walker, eres un aburrido. —alguien tendría que venir a explicarme porque siempre necesitaba mas de el. Sus manos se pasean bajo mi —su— camiseta, la cual me debió poner el ayer noche al traerme a la cama, sus dedos rozan el borde de mis pechos y se me olvida como se respira. Intento abrir la boca para decir algo, pero es imposible, no puedo hacerlo. Sus manos encajan a la perfección con mis pechos. Sus labios se pasean por mi mandíbula y por mi cuello y a mi solo me queda disfrutar de esto. De el.
Por si algún día se acaba y ya no nos queda tiempo.
Es increíble como un solo pensamiento te puede perjudicar tanto a nivel mental. Un pensamiento intrusivo que llega cuando menos te lo esperas y te desestabiliza porque la simple idea de que llegue el día en el que Sam no esté me paraliza por completo. Esa simple frase me acompaña hasta que llegamos a la playa. Hemos decidido pasar el día solos y el primer destino ha sido este. Sam duerme sobre la toalla, boca arriba con esas gafas de sol que tan bien le quedan, y yo, yo solo pienso aunque en realidad parece que estoy leyendo.
—¿En que piensas? —me asusto cuando escucho la voz ronca de Sam. No le miro. Frunzo el ceño y cojo aire para hablar.
—Estoy leyendo.
—No lo estás haciendo. ¿En que piensas? —no se si es que me empieza a conocer mas de lo que realmente soy consciente o si simplemente he estado treinta minutos en la misma pagina. Quizá las dos.
—No me apetece hablar ahora. —no pasan cinco segundos en lo que tarda en levantarse y agacharse ante mi. Posa las gafas en su pelo y esos ojos marrones que me paralizan se clavan en los mios.
—Valen...—trago saliva y sus manos se posan en mis rodillas flexionadas.
—Ahora no. —asiente, me da un apretón en las rodillas y se tumba de nuevo en la toalla. El silencio se instala entre nosotros y siento que puedo volver a respirar, ahora mismo no me siento bien como para decirle lo que pasa por mi cabeza y me calma que me entienda y me deje espacio. Tiempo.
No se cuanto tiempo pasa hasta que hablo, pero estamos los dos en la misma postura. Con el sol dándonos de lleno y cuerpos completamente distintos que se complementan como nunca, aun estando separados. Cierro el libro y lo dejo dentro de la bolsa.
—Esta mañana, cuando has salido de la ducha y me has tocado los pechos, cuando has pegado tus labios en mi mandíbula y en mi cuello... —no se mueve, no dice nada, solo espera paciente a que siga. —He pensado que tenia que disfrutar de eso, de ti, todo el tiempo que pueda, por si algún día ya no estas. Por si algún día nos quedamos sin tiempo. Y ya no he sido capaz de quitarme ese pensamiento de la cabeza. Me paraliza el simple hecho de pensar en que quizá un día ya no estés. En que quizá un día ya no hay un nosotros y solo somos personas con vidas opuestas y que se quisieron, pero que se quedaron sin tiempo. Que el amor no fue suficiente.
Se sienta sobre la toalla, ya no tiene puestas las gafas de sol. Se sienta de lado con las piernas cruzadas y aunque lo veo de reojo no reacciono hasta que habla.
—Ojos azules, mírame. —lo hago. Le miro. Me siento en su misma posición para tenerle de frente y hago un esfuerzo para mirarle a los ojos. Asiento haciendo saber que le escucho y tras coger aire, habla. —Si algún día llega ese momento en el que somos personas con vidas opuestas que algún se quisieron, te prometo siempre pensar en ti y quererte. Nunca me voy a olvidar de esto, de ti. Aunque nos quedemos sin tiempo, aunque el amor no sea suficiente, nunca vas a desaparecer de mi vida, siempre estarás conmigo. Siempre habrá un nosotros. —me escuecen los ojos y el pecho. Aprieto la mandíbula y aparto la mirada. No puedo seguir mirándole a los ojos. Sus dedos trazan círculos por mis rodillas y por mis muslos, pero no puedo notarlo.
—No me puedes prometer eso. Quizás, si esto se rompe y tu y yo nos volvemos unos desconocidos conozcas a alguien que te haga olvidar todo lo que yo te doy y todo lo que tu me das. Quizá, si esto se rompe es mucho mas fácil pensar que nunca pasó, para que duela menos.
—No te puedo prometer que esto no se vaya a romper, eso no lo vamos a saber nunca, pero te puedo prometer que voy a pensar en ti si eso sucede y nos volvemos unos desconocidos. Eres la persona que mas ha luchado por mi, Valentina. Mi abuelo me salvó de mis padres. Alejandro me salvó de la soledad. Pero tu me has salvado de mi mismo y nadie nunca va a dar ni un cuarto de lo que tu has dado por mi. Y eso no se olvida, por mucho que vaya a doler el recuerdo. —no contesto, no se que decir. No se que creer. No se si sus palabras tiene mas poder que mi cabeza o si, de nuevo, esta va a ganar la batalla. Es el quien habla de nuevo. —Deja de pensar en lo que pasará y piensa en lo que pasa. Haz eso que me has dicho, disfruta todo lo que puedas, de todo y de todos, nunca sabes cuando va a ser la ultima vez.
Nunca pensé que escucharía a Sam Walker decir tal cosa, pero el solo hecho de escuchar esas palabras salir de su boca se que yo tampoco olvidaré nunca esto. Nunca me olvidaré de quererlo.
Se levanta de un salto y me coge entre sus brazos, ágil. Me aferro a el mientras se adentra en el agua y cuando ya estamos lo bastante lejos de la orilla, pero lo bastante cerca para no perder nuestras toalla de vista, le miro a los ojos mientras mis brazos rodean su nuca y los suyos mis nalgas.
—¿Te digo algo sobre el libro que leías? —la sonrisa me llega a los ojos y asiento levemente. No aparta la mirada de la mía, solo sonríe. —Al final mueren todos.
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Ya no nos queda tiempo
RomanceValentina no tiene miedo de empezar su vida de cero. Hace pocos años que dejó el miedo a un lado y decidió quererse ante todas y cada una de las situaciones. Lo que no tenia planeado era conocer a Sam Walker en el viaje de camino a Los Ángeles. Sam...