39|Mendigando amor

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SAM

Valentina duerme sobre la toalla y yo, a su lado, no puedo apartar la mirada de su perfil. Verla tan calmada después de como se ha sentido hace unas horas me calma el pecho por completo. Lo que me ha contado me ha pillado por sorpresa, pero de todas maneras todas y cada una de las cosas que le he dicho las siento de verdad. Nunca me olvidaré de Valentina, pase lo que pase con nosotros.

Valentina es un rayo de luz en la vida de todo el que la rodea y nunca me cansaré de decirlo, al igual que no me cansaré de decir todas y cada una de las partes que, día a día, me unen mas a ella. Desde aquel día en el mirador siento que muchas cosas han cambiado, y no tanto en el exterior, si no en mi forma de ser, y que ella me lo reconozca solo hace que me anime mas a seguir mejorando. Aunque ella me dice que todo lo que estoy consiguiendo es mérito mio, se que gran parte de ese mérito es gracias a ella.

Valentina no es una persona difícil de querer y eso me va a repercutir en un futuro.

Las carcajadas de un niño pequeño me sacan de mis pensamientos. En la orilla hay un niño de poco menos de cinco años intentando hacer un castillo de arena. Como acto involuntario me levanto y me acerco a el.

—Hola rey, ¿quieres que te ayude? —la mirada del niño se llena de ilusión y asiente con energía. Me siento a su lado y hacemos castillo de arena hasta que una mujer se acerca con la respiración acelerada.

—Perdón, estaba intentando que su hermano se durmiese. —mira a su espalda, donde hay una cabaña plegable hecha para niños y se ve a un bebé dormir sobre una sillita transportable. Miro de nuevo a la pelinegra de ojos verdes y sonrío.

—No te preocupes, me gustan los niños. —y si mi yo del pasado me escuchase decir esto se reiría de mi, antes odiaba a los niños pequeños por todo lo que yo tuve que pasar en mi infancia, pero en el momento en le que me tocó entrenar a niños en el baile me di cuenta de que no habrá ser humano que te de un amor tan incondicional como lo harán ellos.

—Cora, encantada. —mira a su espalda de nuevo para comprobar que su otro hijo sigue dormido, estamos a muy pocos metros así que lo ve sin problema.

—Sam. —pega sus labios a mis mejillas y le dedico una sonrisa de boca cerrada en respuesta. Dos sombras negras acompañan sus ojos aunque esto no hace que el verde resalte menos. Los tres luchamos por que el agua no se lleve los castillos que hemos ido haciendo, el pequeño se rie a carcajadas mientras está sentado en mi regazo y Cora y yo le miramos sin poder dejar de sonreír. Como si la risa de un niño pequeño diese mas vida de la que jamás nadie daría. El pequeño sale disparado en dirección a la cabaña donde se encuentra su hermano y un hombre lo alza en brazos dejando besos por toda su cara.

—Hace diez minutos que lo ha visto. —Cora suspira mientras sonríe y se levanta sin apartar la mirada del hombre y del niño como si fuese la escena mas bonita que ha visto nunca. El hombre se acerca con el niño en brazos y enseguida los dos abrimos los ojos como platos.

—¿Lian O'sullivan?

—¿Sam Walker? —los dos nos reímos a la vez y chocamos nuestras manos. Hacia meses o podría decir años, que no le veía.

—Espera, ¿os conocéis? —pregunta la pelinegra.

—Es el mejor amigo de Kaela. —asiento y ella parece acordarse de quien quiera que soy o de quien quiera que es Kaela. —¿Estás solo?

—Estoy con mi...—no acabo la frase. No se que decir. ¿Mi que? —Con ella. —los tres dirigimos la mirada hacia la toalla en la que hace unos minutos Valentina dormía, pero que ahora está sentada con una sonrisa que le llega a los ojos y saludando a Lian y a Cora. Estos le devuelven el gesto y tras despedirnos vuelvo a la toalla sentándome al lado de la rubia.

—¿Te gustas mucho los niños pequeños?

—Mi yo de hace unos años se estaría riendo de mi, pero si. Me encantan los niños pequeños.

—Se te veía feliz jugando con aquel niño.

—Cuando digo que me gustan los niños pequeños no es un farol. —nos reímos los dos y nos miramos.

—¿Has pensado en ser padre?

—Si, quiero tratar a un hijo como se merece. Ser un padre que de amor, confianza, hogar y seguridad. Un padre que esté presente. Además, los niños dan el amor mas puro que nadie será capaz de dar nunca. 

—Nunca me has hablado de tus padres.

—No considero que yo haya tenido padres. Mi padre fue mi abuelo. Mi madre fue mi abuelo. Mi amigo fue mi abuelo. Mi hogar. Mi familia. Fue mi abuelo. Siempre, solos, el y yo. Mano a mano. Mis padres nunca quisieron hijos, vine de rebote y en vez de tomar cualquier otra decisión decidieron tenerme y darme una infancia que jamás iba olvidar. Tenían, o bueno, tienen, mucho mas dinero del que tu y yo podamos llegar a pensar. Para ellos tenerme fue como perder el foco, ahora tenían que invertir tiempo y sobretodo, dinero, que era lo que mas les molestaba, en otra persona que no fuesen ellos mismos.

No se como ni porque pero le cuento la historia de mi infancia. De mi vida. Todo lo que nunca le he contado a nadie se lo cuento a ella en este mismo momento. Hacerlo me libera mas de lo que jamás pudiese pensar que lo haría. Decirlo en voz alta no me hace mas débil, tampoco mas fuerte, solo me hace darme cuenta de que no, no soy yo el culpable de las actitudes y decisiones que tomaron personas que deberían de haberme querido con su vida. No me puedo culpar de actitudes y hechos que nunca estuvieron, ni están, en mi mano para solucionar. No me puedo culpar de no ser suficiente como para que mis propios padres me quieran.

—Mi abuelo vino a buscarme y nunca mas volví a verles. Nada mas llegar a Los Ángeles conocí a Alejandro, era el vecino de mi abuelo, a los meses el doctor me dio permiso para empezar el baile y entonces pude empezar de cero, como si no fuese un niño de ocho años que buscaba desesperadamente el amor de sus padres, aun estando a kilómetros de ellos.

—Espero que un día llegues a ser padre, porque Sam, ese pequeño va a ser el ser humano mas afortunado del mundo.

Ya no nos queda tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora