32| Descansa

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SAM

No se si dejé de ser yo en el momento en el que me dijeron que Alejandro había tenido un accidente y que tendría pulso durante unas horas mas o, si fue cuando cogiendo su mano con fuerza, escuche el pitido constante de la maquina que marcaba las pulsaciones de su corazón. No se si fue en el momento en el que me obligaron a salir de la habitación o si fue cuando le llamé esa misma noche y no me contestó. No se cuando dejé de ser yo, pero siento que a cada día que pasa tengo que esforzarme mas por seguir luchando una vida que no me importaría perder.

Hacia años —concretamente desde que lloré agarrado a la mano de Alejandro mientras su corazón todavía latía débilmente— que no me sentía escuchado y hoy, he vuelto a sentirme de la misma manera. Escuchado. Seguro. En paz.

Alejandro amaría con toda su alma a Valentina si estuviese aquí. Serian uña y carne y no se separarían ni aun pidiéndolo por favor porque son un calco el uno del otro. Es escalofriante decirlo, pero si Alejandro no hubiese fallecido lo mas seguro es que no hubiese conocido nunca a Valentina. O quizá si. Sea como sea, aveces pienso que ha sido Alejandro quien la ha puesto en mi camino. Como un ángel que te guía en el camino cuando no sabes que mas hacer para seguir de pie.

Tumbada encima de mi en la cama me acaricia el pelo sin apartar la mirada de mi cara. Pega sus labios en mi frente y coge aire para hablar.

—Voy a hacer todo lo que esté en mi mano para que consigas lo que os prometisteis.

Eso es Valentina. Amor, tranquilidad y confianza.

—Eres demasiado buena persona para este mundo, Valentina. —sus mejillas se tornan rojas y traga saliva avergonzada. Una sonrisa escapa de mis labios y siento como si estuviese en el borde de un precipicio, respirase hondo y pudiese dar un paso atrás. No dice nada, se apoya en mi hombro y mis brazos atrapan su cuerpo para pegarla mas a mi. Siento que nunca va a ser suficiente.

—Me quedaría así toda la noche, Sam...—cojo aire sin soltar mi agarre y dejo que siga hablando. —Pero mis padres me han dicho que no puedo quedarme a dormir.

—Tienes veintidós años. —sueno egoísta, pero no quiero que se vaya. Necesito que se quede.

—Su techo sus normas. —su risa queda amortiguada por la piel de mi hombro y bufo asintiendo. —No están acostumbrados a verme quedar con chicos.

—¿Y Ethan?

—Ethan es la excepción, siempre es la excepción. —me mira a los ojos y alza los hombros.

—¿Te refieres a que no estas acostumbrados a verte quedar con chicos...de esta manera?

—Justo eso. —aparta a mirada de la mia y se muerde el labio. Su pecho se mueve mas rápido y solo puedo sonreír haciendo que se pegue de nuevo en mi pecho. Intento grabar esta sensación a fuego en mi cabeza. —Quédate descansando, yo voy. —pega sus labios en mi mejilla y me obligo a levantarme con ella encima.

—No vas a ir sola. —en cuanto la dejo en el suelo me paso las manos por la cara. Respiro hondo y mientras ella desparece de la habitación yo me pongo lo primero que encuentro. Valentina se despide durante varios minutos de Sulley y bajamos en un silencio sepulcral por el ascensor.

—Sam. —caminamos uno al lado del otro, nuestros brazos se rozan a cada pisada, pero los dos miramos al frente.

—Valen.

—¿Si necesitas algo, lo que sea, me vas a llamar? Por favor.

—Tranquila.

—Estoy tranquila, pero estamos a dos calles. Llámame si necesitas algo. —el camino se hace excesivamente corto porque enseguida estamos en la puerta de su casa. Mis labios se pegan en su frente, sus brazos se enrollan en mi cintura y solo puedo sonreír, al menos hasta que abre los ojos.

—Yo te llamo si necesito algo. —y aunque sabe que no voy a hacerlo, sé que se queda más tranquila si se lo digo.

—Avísame cuando llegues, ten cuidado. Y descansa.

—Valentina, voy a estar bien. —asiente, sus labios se pegan a mi mejilla y corre hacia la entrada de su casa. Espero mirando hacia arriba y cuando sale por la ventana y sacude el brazo parece que soy el hombre mas feliz en la faz de la tierra. Es increíble como un gesto tan insignificante me puede hacer tanta ilusión. Es increíble como un gesto tan insignificante me puede llenar tanto el alma.

Nada mas entrar en casa huelo su perfume. Respiro tranquilo y recojo todo lo que hay por la cocina. Le envío un mensaje de que he llegado sano y salvo y me tiro al sofá con Sulley. Me tiro horas viendo programas y series de televisiones que no me aportan nada. Estoy cansado, los ojos me pesan y siento que mi cuerpo no responde a ninguna de las indicaciones que le mando. Es una tontería pensar que voy a poder dormir. Llevo años sin hacerlo en paz, si duermo lo hago durante pocas horas y durante las que consigo hacerlo tengo sueños con Alejandro. Alejandro y el pitido. Su mano y mi mano. Su cuerpo lleno de tubos. El ultimo latido en la pantalla. Me acaricio la secuencia en el antebrazo. Cojo aire. Dormirme tan sumamente tranquilo con Valentina me ha parecido de las cosas mas tranquilizadoras que han sucedido en mi vida. Y no exagero. Es como llevar años cargando con miles de cosas y por fin poder descansar. Como si alguien te quitara un poco de ese peso que llevas encima. Como sentir que todo deja de pesar un poco menos cuando ese 'alguien' está a tu lado. Como esa persona que aparece en tu vida para hacerlo todo mas fácil. Eso es Valentina.

Felicidad. Paz. Hogar. Amor.

Ya no nos queda tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora